Riesgo calculado

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Vengo a desmentir la idea del emprendedor exitoso que tira todo al agua, el adicto al riesgo que dejó todo tirado por la promesa lejana e improbable de ser “exitoso”. El que se endeuda y está próximo a quedar en la calle porque invirtió cada peso ahorrado para luchar por sus “sueños” como en las películas.

La antigua estrella del atletismo Phil Knight (fundador de Nike) empezó a vender tenis en la maleta de su carro en 1964, pero siguió trabajando como contador hasta 1969. Tras inventar el ordenador original Apple I, Steve Wozniak fundó la empresa con Steve Jobs en 1976, pero siguió trabajando tiempo completo en su puesto de ingeniero en Hewlett-Packard hasta 1977. Y aunque los fundadores de Google, Larry Page y Sergey Brin, descubrieron cómo mejorar drásticamente las búsquedas en Internet en 1996, no abandonaron sus posgrados en Stanford hasta 1998.

Leía esta semana a Taleb en su libro “El Cisne Negro”, criticar que se fomente asumir riesgos de forma desinformada. “El psicólogo Danny Kahneman ha demostrado que, por lo general, no nos arriesgamos por valentía, sino por ignorancia y ceguera ante la probabilidad. (…) tendemos a descartar los valores atípicos y los resultados adversos cuando proyectamos el futuro.”

Hay que desmentir el mito de que ser fundador de una empresa requiere siempre asumir riesgos extremos e irresponsables. Aunque suelen cuestionar las tradiciones y desafiar el statu quo, y por lo tanto dar la impresión de audacia,  los emprendedores que toman riesgos calculados suelen tener la capacidad de tratar con información incompleta y actuar sobre una opción arriesgada, sin duda, pero afrontando objetivos desafiantes siempre de forma realista.

Dejemos de adular el riesgo irresponsable. Ser reacio al riesgo y tener algunas dudas sobre la viabilidad de las ideas, es construir negocios pensados para que duren en el tiempo. Y no, no estoy diciendo que tomar riesgos de forma calculada implique predecir y planear el futuro, o sobre analizar cada decisión ni mucho menos. Pero dejemos de promover siempre las historias del college dropout, del que se gastó cada peso ahorrado, o el que renunció a su trabajo de un día para otro. Seguro suena más impactante la historia, sí, pero es irresponsable.

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