Quintero, el sepulturero de Petro

Como si no bastara con la precaria gestión de su gobierno, las innumerables salidas en falso y la feroz oposición que enfrenta, ahora el presidente Gustavo Petro parece empeñado en ungir como precandidato del Pacto Histórico a quien podría acabar enterrando su legado: el exalcalde de Medellín Daniel Quintero Calle.

Petro no ha tenido escrúpulos en reciclar políticamente a Quintero, cuya administración dejó una estela de corrupción en la ciudad, por la que, hasta ahora, están imputados más de cuarenta funcionarios y personas cercanas a su administración, con procesos judiciales que avanzan en firme, como es del conocimiento público y que el presidente no ignora.

No obstante, y aun cuando al principio de su mandato se hablaba de cierta indiferencia de Petro hacia Quintero, ahora le tiene a varios de sus alfiles en importantes cargos del gobierno nacional, en una clara señal de empoderamiento, que el exalcalde responde defendiendo, replicando y amplificando cuanta propuesta hace el presidente, independientemente de si es sensata o es uno más de los disparates que en ocasiones se le ocurren. De vuelta, Petro también valida y aplaude las sandeces e injurias que con frecuencia lanza Quintero, como la de cerrar el Congreso.

Con esta sociedad del mutuo elogio y de favores recíprocos, aunada al silencio cómplice del presidente ante las críticas de algunos precandidatos del Pacto Histórico a la presidencia, cobra fuerza la versión de que el exalcalde podría ser el ungido del presidente, que sigue siendo la voz cantante de esta coalición, donde confluyen varios sectores de izquierda y centroizquierda en Colombia.

Las prevenciones frente a Quintero Calle están suficientemente fundamentadas, no por su origen conservador –cualquiera puede cambiar de opinión e ideología–, sino por, cuando menos, tres razones básicas: 1) no es de izquierda, ni progresista, sino básicamente un oportunista, como lo ha demostrado a lo largo de su carrera, por lo cual no va a representar y defender las banderas del Pacto; 2) su discurso anticorrupción contrasta con todas las denuncias y demandas que tiene a cuestas y, aunque todavía no ha sido condenado y tiene derecho a la presunción de inocencia, esta no se la cree ni él; y 3) su bandera antisistema y antiestablecimiento también es una farsa, porque ha estado rodeado y apoyado por muchos de los más reconocidos clientelistas de este país, como César Gaviria, Luis Pérez, Carlos Andrés Trujillo y Julián Bedoya.   

El realismo político, que permite pensar y decidir más allá de dogmas para lograr los fines propuestos, no puede ser tampoco un ejercicio del “todo vale”, con tal de mantener el poder o demostrar quién manda, aunque mande mal. Debe tener límites éticos y estéticos, que el presidente Petro cada vez corre más, demostrando que, en materia de corrupción y aliados, su gobierno no es precisamente el del cambio. En todos los partidos y movimientos hay candidatos impresentables, pero, con la narrativa del Pacto, lo de Quintero es más indignante.

Con el nombramiento y empoderamiento de figuras impúdicas como el “pastorcito mentiroso”, Alfredo Saade, jefe de Despacho, es imposible ejecutar o continuar un proyecto progresista en el país, porque son la antítesis de progresismo. Quintero es de similar estirpe: no son leales ni a las personas ni a las ideas, solo a su apetito insaciable de poder.

Son los perfectos “idiotas útiles”, que cuando dejan de ser lo segundo los desechan por lo primero. Lo fueron Benedetti y Roy Barreras para el uribismo, luego para el santismo y ahora para el petrismo. Con el tiempo, y gracias a su tozudez, el títere puede terminar en titiritero, o el idiota en útil, y viceversa, porque son artistas de la manipulación, y también de la autodestrucción. De eso dio cátedra Quintero en Medellín, más allá de si tenía razón en algunos de los escándalos que armó, un tema que he abordado en otras columnas en este medio.

Desde lo personal, Petro debe tener claro que Quintero es una apuesta de alto riesgo para el Pacto Histórico. Sabe, además, que para el partido, el progresismo y su proyecto de país, el exalcalde representa más ruptura que continuidad. Pero Petro es cada día más impredecible y proclive a los tartufos de turno, rol que Quintero cumple a cabalidad.

Si efectivamente Petro termina ungiendo a Quintero y éste gana la consulta interna del Pacto Histórico, la mala noticia para el país sería el debilitamiento de un espectro político necesario para una democracia, como la izquierda, a la que Quintero divide en vez de unir. La buena es que es improbable que quede de presidente, lo que podría ser el principio del fin de su precipitada carrera política, si no es que antes termina judicializado o inhabilitado por algún organismo de control.

Petro tiene ante sí una amenaza, pero también una oportunidad: la de demostrar que le queda algo de estadista y de coherencia política e ideológica, sacando a este oportunista de su aspiración presidencial por el Pacto. De no hacerlo, estaría sepultando las posibilidades de que la izquierda pueda volver al poder en algunos años, porque está claro que en esta, con o sin Quintero, no habrá continuidad. Si no lo hace él, deberían hacerlo sus copartidarios. Por el bien del proyecto y del país, convendría elegir la coherencia antes que la conveniencia.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/pablo-munera/

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