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¿Qué harías con más tiempo?
Un reciente estudio del Foro Económico Mundial sobre el futuro del trabajo reveló que con la brutal entrada de la automatización, en una década se podrán reducir hasta un 44% de las labores del hogar y hasta un 28% de la labores del cuidado.
Con la aparición de robots chefs, robots aspiradores, perros robot, enfermeros automatizados y mensajeros sobre cuatro ruedas; empiezan a quedar en el pasado las labores mecánicas, de repetición y algunos oficios tradicionales.
Se supone que tendremos más tiempo. Especialmente las mujeres del mundo que, en relación con los hombres, empleamos 4 horas diarias adicionales a las de trabajo regular a las labores del hogar y del cuidado.
Dicen que con la llegada de las Robotinas al mundo, que hoy toman otros nombres (Sophia, Ameca, Gita, Spot Mini, GPT, etc.), la vida será más fácil. La promesa es muy clara: tiempo y foco para lo que realmente es importante.
Los expertos aseguran que pudiendo hacer las labores de manera más rápida y asistida, los trabajadores podremos dedicar nuestra energía vital en temas más creativos.
Además, predicen que la pérdida del trabajo será menos que la ganancia de los que se generan: 85 millones de empleos perdidos versus 97 millones que se podrán generar.
En principio, suena bastante bien. Más tiempo de ocio, menos carga a las mujeres, más arte, más creatividad y empleo para todos, o al menos para muchos. Pero creo que se les escapa algo. Aunque parezca revolucionario, no es la primera vez que pasa.
Llevamos siglos inventando e implementando tecnologías que nos ahorren esfuerzos y que supuestamente nos “liberen“más tiempo, pero aunque sí es cierto que hoy la vida tiene más facilidades, lo del tiempo para ser felices, para el ocio y para nosotros mismos, no me lo compro.
Algunos ejemplos se me ocurren en los que se supone que ahorraríamos tiempo para dedicarlo a cosas más “creativas” o productivas: los viajes en avión que reemplazaron los eternos desplazamientos en barco. Los computadores que hacen más rápido el trabajo de las máquinas de escribir, los smartphones que ahorran tiempo sentados en los locutorios, el correo electrónico que reemplazó las cartas, los microondas que ahorran tiempo de cocción, las lavadoras, la banca virtual, el e-commerce y los buscadores virtuales que nos ahorran pasar horas en bibliotecas.
Y a mí que alguien me diga si siente que trabaja menos, utilizando y disfrutando todos estos y otros tantos más avances y mejoramientos tecnológicos que ya son rutina y se han convertido en imprescindibles en nuestras vidas
Los viajes más cortos significan trabajar más, incluso en el desplazamiento; ya pocos duermen en un avión. Los ágiles correos electrónicos nos dejan clavados en sillas por eternidades vaciando las bandejas de entrada, el exceso de información en internet nos hace pensar horas y horas y no precisamente en nuestro propio desarrollo. La llegada de los smartphones fueron lo más álgido: llevamos el trabajo en el bolsillo de manera fácil y automatizada. La vida personal y la profesional no solo se acercaron, sino que se fusionaron. La oficina está en casa y la casa… bueno, algunos nunca la han tenido ni cuando duermen en ella.
¿Quién puede decir que trabaja menos? ¿O que la vida es más fácil?
¿Quién en sus cinco sentidos puede asegurar que este es el momento de mayor florecimiento de la humanidad? ¿O que estamos más cerca a los nuestros?
A este informe le falta cruzar los datos históricos sobre las demás tecnologías que prometían lo mismo. Le falta hablar de lo que ha pasado con la salud mental de las personas por la llegada de estas “facilidades”.
Si todo esto es cierto, ¿por qué hay más ansiedad que nunca? Si esto fuera cierto las palabras Burnout, tecnoestrés, FOMO y phubbing, no habrían aparecido recientemente en el lenguaje común, y peor aún, no serían temas a tratar recurrentemente en consultorios médicos, hasta con medicamentos, terapias, cursillos y demás….
Si aún no sabe qué son y qué significan, indague un poco al respecto al menos para para que enriquezca su vocabulario, y hasta de pronto – quién sabe – se atreva a autodiagnosticarse.
No me digan que automatizar así sin más, sin un cambio estructural en nuestra relación con el trabajo y con nuestras carreras, va a hacernos más creativos, libres y felices. No me lo compro.
Creo que, con más tiempo, vamos a trabajar más si no entendemos que la vida no se trata solo de producir hasta el cansancio. El problema no es la tecnología, no es la ciencia, no son los informes, no son los aviones, las apps, los robots ni la inteligencia artificial. El problema es claro, somos nosotros.
Todo el mundo quiere más tiempo, no conozco mucha gente – por no decir nadie – harta del tiempo libre que tiene. Nunca me he encontrado con alguien que me diga “aquí voy, mamado de la libertad y del exceso de horas libres”. La gente anda cansada de alguna actividad, de estudiar, de trabajar, de limpiar, de cuidar, de estar en reuniones, de buscar trabajo. Cuando pedimos lo que carecemos, creo que no sabemos muy bien lo que estamos pidiendo.
La pregunta entonces no es si queremos más tiempo, sino qué haríamos con ese tiempo. La cuestión es si hemos cultivado algo para que ese espacio que abrimos con tecnología no se convierta en ansiedad y se convierta en un vacío insoportable. Porque lo insoportable lo vamos a llenar con lo que sabemos hacer perfectamente: trabajar y producir.
La gente fantasea con qué hacer con más tiempo libre: viajarían más, leerían más, empezarían a pintar, visitarían más a sus padres, tendrían almuerzos más largos, dormirían hasta tarde. Pero no creo que esa fantasía puedan sostenerla por más de un año. ¡Qué va! Ni más de tres meses. Cuando se nos pase la fatiga de la labor anterior, ¿qué haríamos de manera sostenida con todo ese tiempo?
Me da alegría el avance tecnológico, somos increíbles con nuestros maravillosos inventos, pero la ciencia no va a arreglar por nosotros el sentido que le queremos dar a nuestras vidas, ese lo tenemos que encontrar sin la ayuda de los microchips.
Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/juana-botero/