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¿Quién toma las decisiones?

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Conversé con Estefanía Piedrahita— una amiga que hace parte del equipo del Exploratorio del Parque Explora — sobre la toma de decisiones de las personas y los mecanismos que utilizan las organizaciones para promover ciertos comportamientos. Partiendo de la premisa de que es posible favorecer que los seres humanos actúen de cierta manera, Estefanía estaba interesada en las implicaciones éticas de esta posibilidad, y las restricciones al libre albedrio o el juicio propio que esto supondría.

Algunos autores de los estudios del comportamiento han tratado de responder estos puntos de tensión. El principio del paternalismo libertario a partir del cual se desarrolla la teoría de los pequeños empujones es un esfuerzo por abordar los dilemas morales que resultan de tratar de conducir las elecciones. Un pequeño empujón es una arquitectura de la decisión que espera direccionar el comportamiento de las personas. Siendo así, la decisión humana estaría altamente condicionada por un agente externo que determina y restringe el rango decisorio. Richard Thaler y Cass Sunstein son conscientes de que ese paternalismo está presente en los pequeños empujones, pero responden que, aún así, la elección individual sigue existiendo. El hecho de que las organizaciones en general utilicen arquitecturas de la decisión para promover comportamientos que consideran beneficiosos, saludables o deseables, no significa que la agencia de los individuos desaparezca.

Pensemos en un caso de consumo de sal y mesas de restaurantes para entender el paternalismo libertario, ese condicionamiento de la decisión que no implica sustitución del juicio individual según Thaler y Sunstein. En la Ciudad de México había preocupación porque el excesivo consumo de sal estaba generando distintas afectaciones en salud pública. Ante esta situación, el gobierno de la ciudad prohibió los saleros en las mesas de los restaurantes. La medida efectivamente logró reducir el consumo de sal porque hizo más difícil su acceso. Ahora, para ponerle sal al plato, los comensales debían solicitarla a los meseros. Muchas veces le echamos sal a nuestros alimentos no porque les haga falta, sino como acto reflejo al tener un salero disponible. A los ciudadanos no se les prohibió consumir sal, lo que sería una intromisión en la agencia individual. Lo que hizo el gobierno de la ciudad de México fue paternalista, en el sentido que esperaba promover un comportamiento que asumía saludable, pero es libertario en la medida que no restringe el juicio de las personas. Si estoy en la CMDX y quiero convertir mi plato en una pequeña representación del Salar de Uyuni que lleve mi presión arterial al punto del colapso, puedo llamar al mesero y hacerlo. Tengo la posibilidad de decidirlo y nada me lo impide.  

La conversación con Estefanía sobre los pequeños empujones, las decisiones y la agencia individual abre también una discusión más profunda. ¿Qué tanto el juicio individual es realmente nuestro? ¿No es sobre todo producto de nuestras interacciones sociales y nuestras creencias? ¿existe algo así como la singularidad? Todas estas son cuestiones largamente debatidas y con hondas implicaciones epistemológicas frente al estudio de la realidad social. Nuestra conclusión, poco popular, es que al ser un proceso complejo es difícil plantear causalidades únicas. La agencia y las estructuras sociales forman eso que denominamos singularidad e individualidad.             

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/juan-pablo-trujillo/

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