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Cuando hablo con personas en la calle o le pregunto al señor del taxi qué quisiera para la próxima presidencia de Colombia, la respuesta general es que sea alguien con ideas nuevas, que no esté corrompido por alcanzar el poder y que llegue con un equipo que no ‘esté untado’ de politiquería. Ahora bien, cuando les pregunto qué creen que necesitamos los colombianos, la respuesta varía, pues dicen que necesitan gente que conozca cómo funciona el Estado, que se sepan mover por ese complejo y paquidérmico mundo que es la burocracia y, especialmente, que sepan cómo sacar el país adelante.
No es un secreto que los seres humanos somos incoherentes ante diversas circunstancias. Eso no está mal, pues no somos máquinas y tenemos la capacidad de ser provisionales con nuestras opiniones. Hice el ejercicio de pensar qué considero que necesitamos de cara al próximo gobierno y encontré algunos puntos que me parecen esenciales.
Primero: un líder que le dé un rumbo claro a Colombia. Más que candidatos que sepan comunicar, necesitamos una persona que tenga clara cuál es la dirección en la que debe avanzar el país y que nos sepa montar a todos en ese barco. Desde mi punto de vista, el crecimiento económico y la equidad hacen parte de ese rumbo. Esta semana el DANE informó que durante el año 2024 Colombia creció solo 1.7% con respecto al 2023, un resultado mediocre, pues no hay gobierno que pueda cumplir sus promesas de campaña creciendo a ese ritmo. Por eso, cuando un líder tiene el rumbo claro, sabe que el crecimiento económico debe convertirse en un objetivo central para poder cumplir sus metas.
Segundo: contrario al clamor de muchos por un ‘outsider’, considero que lo que más necesitará el país para el 2026 es alguien que conozca, y conozca muy bien, cómo se gobierna. Es decir, necesitamos a alguien que tenga experiencia en el ejercicio del poder y no que llegue a aprender. La situación del país en el plano económico, de seguridad, salud, corrupción y muchos otros no está para que alguien llegue a ver ‘cómo es la cosa’. Necesitamos a alguien honesto (que los hay), que entienda y conozca cómo se gobierna, pues se tendrán que tomar decisiones prioritarias para enderezar el camino y comenzar a recuperar el tiempo perdido. Si hay un momento en el que la curva de aprendizaje no es idónea, es este. Más adelante podemos volver sobre la idea del ‘outsider’.
Tercero: quien nos lidere deberá priorizar el hacer por encima del hablar. No necesitamos a una persona que se la pase trinando o buscando balcones y micrófonos para dar discursos. Lo que más necesita el país es a una persona que se meta de lleno en los problemas, los entienda y pueda dar los lineamientos para que se gestionen debidamente. La mitad de la solución a un problema radica en entenderlo y eso toma tiempo; de ahí la importancia de prestarle más atención a los problemas que a las redes sociales.
Cuarto: la persona que lleve las riendas del país deberá hacerlo con un equipo que le genere y que nos genere confianza. Es momento de devolverle la dignidad a los altos cargos del gobierno, entendiendo que allí deben estar las personas más capacitadas, en lugar de ‘amigos’ que son conscientes de que están allí no tanto por sus conocimientos y capacidad de gestión, sino por su ideología y secretos conocidos.
Quinto: lo más importante, necesitamos a una persona que le baje a este odio en el que estamos enquistados. Yo prefiero un presidente ‘aburrido’, que uno que sea amado por la mitad de los colombianos, pero odiado por la otra mitad, pues eso solo nos deja en una posición de polarización indeseada. Quizá es hora de dejar de buscar a un mesías. En un país en el que casi el 40% de sus habitantes vive en la pobreza monetaria, lo que necesitamos son más hechos que milagros.
Creo que a los colombianos nos conviene sentar cabeza y entender que, muchas veces, lo que uno quiere no es necesariamente lo que necesita.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/andres-jimenez/