¿Por qué no hay un día del orgullo hetero?

¿Por qué no hay un día del orgullo hetero?

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Pues porque no se necesita. La respuesta es fácil y la pregunta es tonta. O más que tonta: esconde desconocimiento, falta de empatía, homofobia.

Ser hetero es más fácil que ser homosexual: no solo somos una mayoría, sino que tenemos garantizados los derechos. La sociedad nos recibe sin miramientos, no hay que pensar en revelarles a la familia y a los amigos que somos hetero ni tener miedo de que nos maten por nuestra orientación sexual: en 2023 en Colombia se registraron 156 homicidios de personas Lgbtiq+, según la ONG Caribe Afirmativo. Fueron 145 casos más que en 2022.

Ni siquiera hay que preocuparse por cosas simples como tomarle la mano al novio porque nadie le va a decir que le está dando un mal ejemplo a sus hijos, incluso si le da un beso en público no pasa nada, si acaso, si se vuelve muy largo, le gritarán páguele pieza, pero no le van a dar golpes.

Esas preguntas, además, reflejan una sociedad conservadora, ignorante, pero sobre todo egoísta. Vi en Twitter varios comentarios porque en la marcha del Orgullo en Ciudad de México iba alguien disfrazado de Jesús en una cruz. Los comentarios eran homofóbicos y prohibicionistas: que por qué se les ocurría ofender a los católicos de esa manera, que los respetaran. Digamos que sí, se trata de respetar las diferentes creencias (aunque habría que entrar a debatir sobre la protesta, el arte, la libertad de expresión), pero también pensaba que esos que estaban tan enojados respondían de la misma manera (una que además viene de años): irrespetando el ser homosexual. El problema es que no es un irrespeto que se queda en palabras, sino que genera odio y muerte. Es un rechazo a una manera de ser.

La marcha del orgullo, y que junio sea su mes, se celebra en muchos países del mundo desde hace décadas para recordar la historia de un grupo minoritario que ha luchado por sus derechos y por ser aceptados y para celebrar lo conquistado, pero también para decir que falta camino. Para la muestra, todos esos botones.

Lo que pasa cuando hacemos esas preguntas es desconocer que hay poblaciones vulnerables a quienes todavía como sociedad no hemos garantizado completamente sus derechos. Por lo general, son las minorías y, en una sociedad patriarcal, las mujeres. A una mujer la acosan o abusan de ella y la pregunta es por qué se puso esa falda tan corta. La cifra de feminicidios debería espantarnos: 603 en 2023, según la Fundación Paz & Reconciliación, y 271 hasta abril de 2024, según el Observatorio de Feminicidios Colombia en el informe Vivas nos queremos y que varios medios citan: son 69 feminicidios por mes, ya es el 65 % del total de los de 2023 y supera el promedio mensual de 2018, que fue el de mayores casos hasta ahora: 666.

Ahora, si bien todos los heteros nos beneficiamos de ese privilegio, hay factores como el género, la raza y la clase que crean vivencias diferentes. Una mujer heterosexual blanca y de clase alta puede enfrentar sexismo, pero lo que vive, goza y sufre será radicalmente diferente a la de una mujer heterosexual indígena y de bajos recursos, quien además debe lidiar con el racismo y la pobreza. Eso también aplica por supuesto a los homosexuales. Un hombre gay negro y de bajos recursos, por ejemplo, enfrenta al mismo tiempo casi todas las formas de marginación. Esta es una de las teorías de la profesora y defensora de derechos civiles Kimberlé Crenshaw, quien lo llamó interseccionalidad, pero seguro hay más estudiosos que le han puesto otros nombres a las formas de opresión que se entrecruzan en una misma persona (gracias a mi amiga Laura Ayala por la conversación y el dato).

Así que no solo deberíamos reformular las preguntas que vamos lanzando sin contexto y sin sentido, también empezar a construir sociedades más incluyentes, más abiertas y respetuosas con quienes son y piensan diferente. Eso es fácil decirlo y escribirlo. O si no para eso está el que dice es que no soy homofóbico porque tengo un amigo gay o no soy machista porque tengo muchas amigas mujeres, pero… y luego hablan de unos límites que no los incomoden a ellos, porque el respeto para muchos es solo de ida: que no me molesten mis creencias. Y porque cuando a uno no le ha pasado, pues parece que no existe (y pues entre menos interseccionalidad…).

Por supuesto que como casi todo empieza por lo básico: qué hago yo para ser más incluyente o para ayudarle a mi círculo a serlo, a entender que somos diferentes, que pensamos distinto, que el otro no tiene que ser una copia de mí, sino que hay que compartirlo y aceptarnos. El mundo ha cambiado.

También implica elegir mejores gobernantes que no nos devuelvan a otros tiempos. Caso Argentina con Milei, un país que se había caracterizado en los últimos años por estar a la vanguardia en temas de derechos, y que ahora va para atrás. Según el artículo de El País, de España, Más de 2.000 nuevos despidos: Milei acelera el desguace del Estado argentino, del julio 3, algunas políticas de género se han frenado del todo y otros programas se han reducido al mínimo, como la línea 144 de asistencia a víctimas de violencia o el programa Acompañar que ofrecía ayuda económica a mujeres sin recursos para que abandonaran la casa que compartían con su abusador. La lista es más larga.

Las sociedades necesitan legislación y políticas inclusivas, educación, accesibilidad, empoderamiento, políticas que aseguren igualdad salarial, equidad.

Necesitamos entender que somos diversos y hay que garantizar esa diversidad, reconocerla y celebrarla.

Y dejar de hacerle eco a preguntas tontas y a gente cavernícola.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/monica-quintero/

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