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La semana pasada en un discurso que el presidente dio en Cali aseguró que Colombia debía ir a una Asamblea Nacional Constituyente. Su frase sintetiza una intervención en la que mencionó que las instituciones que hoy tenemos en Colombia no estaban a la altura de las reformas sociales que el pueblo, a través de su voto, demandó; que es necesario hacer una transformación institucional que permita que esas demandas populares sucedan.
Sus afirmaciones tienen como antecedente las ocho firmas de la proposición de archivo de la reforma a la salud en la Comisión Séptima del Senado, que deja moribundo el proyecto y abre la puerta para la mayor derrota del gobierno en año y ocho meses. Lo de Petro en Cali es un grito que evidencia su incapacidad para concertar un acuerdo amplio que le permitiera tramitar las reformas en el Congreso. La apuesta por la reforma a la salud le salió mal. El gran acuerdo nacional que logró consolidar en los primeros meses y que le hubiera permitido avanzar en su agenda reformista, se escurrió entre la confrontación, la poca planeación y la falta de rigurosidad. A hoy, luego de casi un año de discusión, la reforma a la salud no tiene concepto de viabilidad financiera por parte del Ministerio de Hacienda.
El discurso de Petro en Cali evidencia tres cosas: el desespero ante la derrota legislativa, la imposibilidad reformista sin amplios consensos y el acento populista del actual presidente de Colombia. Quiero referirme en particular al tercer asunto. Si bien el populismo es un concepto en disputa — y en otras columnas me he referido a él como una noción de bordes difusos con problemas de significado— hay ciertas características atribuibles a esta ideología y práctica política.
La reivindicación de la soberanía popular es algo identificable en el discurso del presidente y característico de los populismos. Petro habla del mandato popular, de una orden del pueblo que se choca con las instituciones actuales. La derrota de la reforma a la salud en el Congreso prueba la necesidad de ampliar la democracia, que hoy se encuentra, según él, cooptada por élites que no representan al pueblo. Esa crítica a la democracia representativa como un sistema que pone límites a la voluntad popular es una premisa típicamente populista.
La idea de un pueblo enfrentado es también una característica de esta forma de hacer política. En su discurso el presidente habla de una fuerza que quiere acabar con el momento histórico popular. Los populistas se han referido a este enemigo que evita la voluntad popular como “la élite” o “la oligarquía”. Petro ha hecho referencias a este enemigo llamándolo el “poder económico” o “el enemigo interno”. La política populista construye amigos y enemigos de forma maniquea. En ese sentido, cualquier crítico de la reforma a la salud es también un enemigo del pueblo. Esa forma de entender a los contradictores es problemática en tanto dificulta el debate y el consenso. Con el enemigo no se habla.
Finalmente, los líderes carismáticos de corte populista construyen de sí mismos figuras redentoras de “la verdadera democracia”. Petro en su discurso habla de Asamblea Nacional Constituyente porque es el camino democrático — recordemos que más allá del riesgo de la deriva autoritaria el populismo ocurre en democracia — para construir una “real soberanía popular”, un “verdadero gobierno del pueblo”. La democracia representativa liberal hace rato muestra deficiencias para responder a las demandas populares. Los populistas utilizan estas fallas para proponer un nuevo diseño institucional que incorpore muchas más instancias deliberativas de democracia directa.
Lo de Petro en Cali es pues un grito populista y demagógico. Populista en tanto comparte las características de esta forma gobierno con su reivindicación de la soberanía popular, su pueblo enfrentado y su afrenta a la democracia representativa. Demagógico en tanto es un llamado irrealizable. El trámite de un Asamblea Nacional Constituyente necesita de unas mayorías parlamentarias y un apoyo popular con el que el presidente hoy no cuenta. Petro hoy se enfrenta — como dijo Gustavo Duncan en su columna — a la mayor paradoja del populismo, la de ser un populista sin pueblo.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/juan-pablo-trujillo/