Escuchar artículo
|
En las marchas de ayer hubo, como en casi todas las acciones colectivas políticas, distintos actores e intereses. Estuvieron los que promueven la terminación anticipada del mandato del presidente por considerarlo ilegal e ilegitimo. También salieron otros ciudadanos y ciudadanas por cuestiones puntuales que se alejan de las consideraciones más ideológicas, como el aumento de la gasolina, el encarecimiento de la canasta familiar, la estatización del sistema de salud, etc. En las calles de las principales ciudades también estuvieron líderes políticos de derecha quienes fueron los principales promotores y organizadores de la “marcha de todos” y buscan posicionarse anticipadamente de cara a la elección de 2026.
Las personas que se consideran de centro estuvieron en la clásica encrucijada de ser o no ser, de marchar o no marchar. Y ahí hubo si se quiere dos grupos. Aquellos que pese a tener diferencias irreconciables con muchos de los organizadores de la movilización, decidieron llevar a la plaza pública su malestar con el gobierno actual, conformaron el grupo 1. El grupo 2 correspondió a los y las que consideran que había buenas y suficientes razones para marchar en contra del gobierno Petro, pero que un espacio coordinado y capitalizado por parte de la derecha reaccionaria, no suponía el mejor escenario. En el segundo grupo hubo una mezcla de pudor y cálculo político. Pudor por compartir plaza pública con personas antiderechos, promotores de violencia y de quiebres institucionales. Y cálculo político en tanto pensaron que darle excesiva fuerza a la manisfestación de ayer suponía una mala jugada del centro de cara a la próxima elección presidencial. Veremos si tenían razón.
Marchar o no marchar tiene sentido de acuerdo con los marcos ideológicos, las motivaciones y las estimaciones de cada persona. Lo que definitivamente no lo tiene es que un gobierno que dice defender la movilización social la simplifique y la caricaturice. Según el presidente quienes marcharon ayer son “la clase dominante”, grupos de interés que defienden agendas particulares en contra del pueblo. Las destempladas declaraciones de Petro son similares a las que en su momento se hicieron frente al estallido social, uno que, según sus opositores, estaba financiado por el terrorismo y demás afirmaciones que se utilizaron para desacreditar y estigmatizar las protestas en su conjunto.
Petro, “el populista sin pueblo”, está hoy en una encrucijada. El poder constituyente al que se refiere citando a Antonio Negri, y que dice representar, no parece estar a su favor, parece más bien indicarle que debe reconsiderar su manera de gobernar. Y en ese escenario tiene dos caminos. Seguir negando el malestar de una muy importante parte de la sociedad apelando a las teorías de la reproducción de la ideología burguesa y de la falsa conciencia de clase. O bien buscar una negociación con los sectores políticos que representan ese descontento y promover, en lo que le queda de gobierno, una agenda de cambio posible vía concertación. De acuerdo con sus primeras reacciones en Twitter, eligirá el primer camino.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/juan-pablo-trujillo/