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Santiago Silva

Perder la cultura

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Son días tristes para la cultura en Medellín. Luego de tres años de reducciones sistemáticas en el presupuesto de la Secretaría de Cultura Ciudadana, de rupturas y discusiones entre servidores públicos y representantes del sector cultural y de una constante inestabilidad en la conformación de los equipos y los directivos, incluso programas que siempre asumimos como certezas de la gestión cultural de la ciudad están hoy en duda. En estos últimos días hemos visto renuncias de subsecretarios, adjuntando cartas que señalan la falta de recursos y apoyo como razones, las alertas sobre la falta de dinero y la lentitud contractual para la Fiesta del Libro, y lo que parecen caprichos convertidos en decisiones públicas, como la disposición de incrementar el gasto en los alumbrados navideños en miles de millones de pesos para que la temática sea de Encanto.

Medellín ha definido buena parte de su agenda de transformación social en las agendas del movimiento cultural y las oportunidades de cambio desde la cultura ciudadana. En los años ochenta y noventa la cultura fue resistencia a la violencia de la guerra contra el narcotráfico y esperanza de recuperación. Las organizaciones e instituciones culturales fueron clave en no dejar caer la noche en esos días e ingrediente fundamental de los esfuerzos que nos permitieron salir de ese abismo.

Desde 2003, con la creación de la Secretaría de Cultura Ciudadana, se inició un proceso de institucionalización de las agendas culturales que ha permitido una revolución en la gestión cultural, la oferta y la posibilidad de apalancar la transformación de la ciudad en sus expresiones y valoraciones culturales. La crisis de la Secretaría, y en ese sentido, la afectación a la cultura de la ciudad, no es un asunto menor. Buena parte de lo que consideramos bondadoso de esta ciudad, de lo que nos produce orgullo y nos permite vivir los días en estas calles, depende de estas agendas.

La reducción de recursos, que de acuerdo a Medellín Cómo Vamos pasó de representar el 2% del presupuesto municipal de 2019 al 1% del presupuesto de 2021, demuestra la relevancia que se le otorga a la cultura en la administración. En la gestión pública la definición presupuestal no es algo accesorio, es lo que permite viabilizar agendas y en tanto prerrogativa de la misma alcaldía, de alguna manera confiesa qué tan importante creen que es un tema para su gobierno. Reducir a la mitad el presupuesto de la Secretaría respecto al presupuesto municipal un mensaje clarísimo.

La ciudad tampoco ha sido tímida históricamente en su apuesta de cultura ciudadana. El cazapichurrías recorrió sus calles, cebras ayudaron a cruzar peatones, instalamos tiendas de la confianza para demostrar la confiabilidad mutua y entregamos fotocultas que reconocían a los ciudadanos que protegían a otros en las vías. Medellín ha sido quizá una de las ciudades que con más juicio aplicó las propuestas de cambio cultural de Antanas Mockus. Desde 2007 aplica cada dos años la Encuesta de Cultura Ciudadana, que permite comprender los cambios en la forma de ver el mundo de los medellinenses e identificar retos de convivencia.

La subsecretaría que agencia todo esto ya ajusta tres subsecretarios en dos años y medio de la actual alcaldía. Y ha sobrevivido este tiempo, atravesando una pandemia en la que la posibilidad de movilizar el comportamiento ciudadano era clave y luego enfrentando un clarísimo resentimiento de la cultura ciudadana de Medellín, sin herramientas, equipo y plata.

Trabajé en la Secretaría de Cultura Ciudadana de Medellín por cuatro años. Pude conocer las dificultades que estas agendas enfrentan, también el trabajo dedicado y las oportunidades de transformación que permite el cambio cultural, y no puedo evitar un profundo dolor por lo que parece ser un descuido enorme o una malicia solapada hacia el significado de la cultura para Medellín. Menos mal hay otros actores ayudando, el sector privado lleva un tiempo reactivando los canales de comunicación y apoyo a la cultura, y las mismas organizaciones e instituciones culturales han hecho esfuerzos enormes para mantenerse a flote. Pero esto no es suficiente.

En estos días es como si perdiéramos a cultura y en la Alpujarra se impone la política de la destrucción de Cartago; no solo están dejando todo hecho trizas, están sembrando el suelo con sal.

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