Es tan patético creer que, por bautizar unas piscinas gigantes como un “mar”, quien las visite conocerá la playa, como pensar que eliminando delitos del Código Penal disminuye la criminalidad.
Patético es una buena traducción —por no decir simplificación— del ‘pathos’, aquella estrategia aristotélica para buscar la aprobación del otro por medio de la exacerbación de las emociones.
Y como de quien en alguna oportunidad pronunció esa segunda idea en alguno de esos discursos eternos que se echa en tarima ya se ha dicho mucho; es momento de detenernos en Medellín o ¿aun debemos estar concentrados en la agenda de la Casa de Nariño?
Y es que el ‘Mar Medellín’ parece más un anuncio que busca movilizar una emoción: la de un orgullo artificial porque, aunque al señor alcalde le está yendo bien, no parece ser igual con la ciudad, que está estancada —aunque haya tenido días peores—.
Al alcalde le va bien porque su popularidad sigue trepada por encima del 69%; pero a la pregunta de si las cosas están mejorando o empeorando en la ciudad, de acuerdo a Invamer, hay más personas que creen que la ciudad está empeorando, por eso la insistencia del oficialismo de decir y repetir, una y otra vez: ‘Medellín cada día mejor’.
Para reforzar esa idea, el camino más expedito parece ser anunciar una piscina que parezca un mar para movilizar a una ciudadanía desde la emoción y el orgullo de tener “lo único que le faltaba a Medellín”.
Lo que sucede cuando se apela a movilizar las emociones es que se corre el riesgo de rayar con lo patético, porque —aunque en ocasiones se ponga en duda— en Medellín hay una ciudadanía crítica, interesada en la construcción colectiva.
Esa ciudadanía sabe que Medellín tiene apenas un tercio de los metros cuadrados de espacio público por habitante que recomienda la OMS.
A diferencia de las siguientes etapas de Parques del Río que crean nuevos espacios públicos para el encuentro ciudadano, el Mar Medellín no le sumará ni uno solo; pues para eso, se tendría que renunciar al cobro de boletería y sin eso, no habría como sostener un océano del tamaño de diez piscinas olímpicas.
Esta ciudad, referente de transformación y urbanismo, ha dejado a un lado su factor de éxito: construir sobre lo construido, pero el señor alcalde siempre los ha mirado con desdén, quizá por eso optó por un mar artificial antes que por Parques del Río; prefirió inventar los ‘Recreo’ —casi una copia de los Centros de Felicidad de Bogotá— antes que hacer nuevas UVA que sí han ganado premios internacionales.
Patético es pensar, que a una ciudadanía crítica se le moviliza desde las emociones.
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