No todos los millonarios, pero siempre un millonario

Se llama Piotr Szczerek. Es el director ejecutivo (CEO, les gusta decir ahora) de Drogbruk, una empresa de pavimentación con sede en Blaszki, Polonia. Pasó del anonimato al desprestigio tan rápido como un ace en el tenis. Pero es, sobre todo, un ejemplo de que construimos como humanidad (para que no se diga que es cosa de pocos), que casi siempre se aplaude y muy de vez en vez, se reprocha.

¿Qué fue lo que hizo? Nada, pensó él. Lo que supongo ha hecho siempre, lo que rige su manera de entender el mundo. «La vida va por orden de llegada», fue su defensa inicial y sospecho que esa es la norma que lo llevó adonde llegó: a ser un millonario hombre de negocios que vive en una zona exclusiva de Blaszki dirigiendo su propia empresa.

¿Qué vimos las demás personas en el video que se hizo viral? Al señor Piotr Szczerek rapiñando la gorra que el tenista polaco Kamil Majchrzak extendía a un niño llamado Brock. Es cosa de segundos: el tenista está repartiendo autógrafos —uno aquí, otro allá—, se quita la gorra y se la ofrece al niño rubio que tiene en frente, pero la mano de Piotr es rápida, como la de los prestidigitadores, y se la arrebata a Majchrzak que sigue en lo suyo, firmando.

Brock reclama, Piotr lo ignora. Sal de aquí, pequeñajo, parece decir la actitud del hombre. Es, para el empresario polaco, una jugada más en su vida. Él dirá que es pura habilidad. Luego vendrá su frase célebre: «La vida va por orden de llegada» y él, Piotr Szczerek, no ha logrado lo suyo poniéndose en la fila.

Para el chico, la historia tendrá un final feliz: Majchrzak se enterará de lo ocurrido, usará su cuenta de Instagram para localizarlo, se reunirá con él y su familia, le dará una gorra… y otros regalos más.

Piotr la sacará barata. Publicará una disculpa torpe —«Me dejé llevar por el calor del momento y la alegría de la victoria, y creí que Majchrzak me estaba dando una gorra para dársela a mis hijos, quienes previamente me habían pedido autógrafos»—, dirá que él no dijo lo que dicen que dijo, cerrará el acceso a la página web de su empresa. La sanción social, incluso, será menor porque el odio también caerá sobre otra empresa, de nombre similar, también polaca (Drog-Bruk), propiedad de Roman Szkaradek, quien verá afectada su reputación solo por la confusión entre Drog-Bruk y Drogbruk. Seguro que más temprano que tarde se olvidará lo que Piotr hizo.

Y sin embargo, en este mundo abundan los Piotr, personajes atentos a cualquier descuido para hacerse con lo de otros. Y no todos los millonarios, pero siempre un millonario. Hay casos más cercanos: ahí están los informes sobre Hitos Urbanos —la firma de la cual son socios la exvicepresidenta Martha Lucía Ramírez y su esposo— quedándose con parte de una playa pública en la isla de San Andrés. O los nobles apellidos enredados con los dineros de Agroingreso Seguro. O los líos de Lina Moreno de Uribe y unos terrenos baldíos en Córdoba.

Porque lo de arrebatar gorras son pecados veniales comparados con, por ejemplo, lo de Lehman Brothers o JP Morgan y sus préstamos tóxicos, cuyos directivos cayeron de pie tras la crisis financiera global de 2008.

Que en este mundo, ni antes ni ahora, el problema fue robar, sino ser descubierto. E incluso así, cuando baje la marea, todo habrá sido solo una anécdota más. Porque al final del día, como sentenció el actual alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, cuando intentaba ser presidente de Colombia, “plata es plata”. Y seguro que Piotr Szczerek estará de acuerdo.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/mario-duque/

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