Escuchar artículo

Pongan atención. Son las dos de la tarde; casi treinta estudiantes en un salón de clase. El calor medio disimulado por los ventilares; mientras tanto, el ruido de sus aspas se vuelve protagonista en el aula. Algunos alcanzaron a almorzar antes de clase y el sistema digestivo está ocupando buena parte de su energía vital. Otros, luchan para que el sueño no les doblegue la cabeza. En la mayoría de los participantes, sus extremidades superiores no terminan en dedos, sino en celulares. Sus cerebros no están en el salón; están en la nube. Alguno sonríe con el video que está viendo. Otro, aún, no se quita los audífonos. No están aquí.

El profesor, al frente, les dice: ¡bueeeeno, pongan atención! Uno que otro alza la mirada; se acomoda y regresa al chat. La atención no se pone. O, mejor, no hay manera de pedirla. Él quiere que lo escuchen; necesita que ellos lo atiendan. Pero buena parte de los asistentes, están, más bien, ausentes. Sus cuerpos llegaron a clase, pero sus sentidos están lejos y dispersos.

Pedirles que pongan atención es tan ingenuo como triste. Para que ellos escuchen, la metodología tendrá que ser otra. Participar de cualquier proceso comunicativo es tan exigente que no basta con pedirle al otro que atienda. Y ahí el quid del asunto.

Saberse partícipe de un proceso comunicativo es asumir la mutua responsabilidad. Particularmente, la habilidad de escuchar es exigente porque no aprendimos a asumir lo que nos corresponde en esta acción. Necesitamos que nos escuchen; pero, poco escuchamos. Estamos tan llenos de nosotros mismos que en una conversación nos adelantamos a la intervención del otro porque estamos muy engolosinados con nuestras propias expresiones. Tenemos mucho qué decir de nosotros mismos: aquello que el otro relata, a uno ya le pasó y fue más espectacular. Queremos tener la razón; poner el punto final.

Escuchar no es poner atención. No pasa solo por la voluntad. Tampoco es una acción que afecte solo a los oídos. Escucharnos es disponer de todos los sentidos para comprender: escuchar es mirar, es oler… Estar en disposición de escuchar implica reconocer el contexto y tener sentido de la oportunidad.

Participar de un proceso de comunicación requiere de generosidad. Es reconocer que el que está al frente es un universo infinito, a quien no podemos exigirle que nos atienda y ya. Cuando pedimos su atención para que yo pueda emitir mi monólogo no estamos tejiendo una acción comunicativa. Tampoco funcionan las fórmulas mágicas del tipo “míralo en el punto alto de la nariz, entre los ojos”; “asiente cada que termine la frase”; “repite sus últimas palabras”; “sé empático”.

La comunicación es tan difícil precisamente porque no nos damos cuenta de que buena parte de los asuntos con los otros seres humanos no son precisos, estandarizados ni se pueden solo decretar para que funcionen. Implican reconocernos mutuamente; saber que, a veces, no se logra poner atención. Darse cuenta de las circunstancias, y asumir con entereza que, tal vez, es uno el que, en vez de exigir que lo escuchen, debe aprender primero a mirar, a leer y a hablar. A sentir.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/maria-antonia-rincon/

Califica esta columna

Compartir

Te podría interesar