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Antonia Restrepo

No escribo para que me lean

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"Si algún día, por sucumbir ante la tentación vanidosa de recibir likes y comentarios, termino por comparar la escritura de esta columna con cualquier hazaña insuperable o con el castigo de Sísifo, recuérdenme que este no es más que un espacio para arriesgar mi ego y un desvelo no remunerado."

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Producto de un bloqueo creativo esta columna casi termina siendo un cliché sobre lo difícil que es escribir. Iba a empezar algo como: “esta columna la escribo como una especie de castigo de Sísifo. No porque sea un sinsentido, sino más bien por la sensación semanal de estar empezando desde el mismo punto de partida, con una absurda cantidad de palabras e ideas que me sobrepasan y me hacen repensar la finalidad de este espacio. Sin embargo, no escribo para que me lean”

Releyendo ese primer párrafo que escribí me sentí algo ridícula y recordé el desdén que le tengo al ego y a la exageración de los escritores. ¿Hay algo de verdad en aquella analogía al castigo de Sísifo? Sí. ¿Hay algo de placer y gusto en escribir y ser publicado? También. Esta columna es un desahogo contra los escritores que caen en hipérboles y melodramas al describir su oficio y el “arte de la escritura”.

Google: “el arte de escribir”. Segundo resultado: “Los poemas deben escribirse rara vez y de mala gana, bajo penas intolerables y solo con la esperanza de que los buenos espíritus, no los malos, nos elijan como instrumento”. Czeslaw Milosz. Me perdonarán, pero no me digan que no encuentran algo ridícula la frase anterior. Y es que sí, escribir es difícil (de hecho muy difícil si se quiere hacer bien), pero de ahí a que deba hacerse “bajo penas intolerables” creo que  hay un buen trecho. Lo que es a mí, bajo una pena intolerable, no me obliguen a escribir. Esperen de mí encontrarme hecha bolita, llorando y sin ser capaz de concentrarme. 

Siempre me ha molestado la vanidad de los escritores al describir el proceso de escritura como un proceso doloroso, solitario, trágico (entre otros mil adjetivos exagerados). Creo que los escritores saben que la gente los envidia (hay miles de aspirantes a escritores por ahí), por lo que proyectan esta imagen de sangre, sudor y lágrimas como una forma de justificar la envidia, enviando un mensaje de: «Soy uno de los pocos con la voluntad y resistencia para resistir el opresivo peso de todo esto».

Si algún día, por sucumbir ante la tentación vanidosa de recibir likes y comentarios, termino por comparar la escritura de esta columna con cualquier hazaña insuperable o con el castigo de Sísifo, recuérdenme que este no es más que un espacio para arriesgar mi ego y un desvelo no remunerado.

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