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¿Mujeres jóvenes en la política?

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En el año 2021, luego de vivir el paro nacional, recibo una llamada de quienes habían sido mis amigos de infancia o de procesos juveniles y comunitarios para escuchar una propuesta. La conversación comienza manifestando que ese año serían las elecciones al CMJ (Consejo Municipal -hoy distrital- de Juventud) luego de muchos años de no existir este mecanismo.

En dicha reunión, ellos, principalmente hombres, manifiestan que era una oportunidad para hacer política electoral; consideraban nuestra trayectoria como una gran fuerza para proponer una agenda de carácter popular. Luego de esta introducción, proponen que yo debería ser una de las candidatas y encabezar la lista. Les mencioné que no me interesaba la política electoral, nunca había tenido experiencia en ello. No sabía absolutamente nada, me consideraba ingenua en ese terreno y, adicionalmente, sin condiciones para enfrentar una campaña por más pequeña que fuera.

Pese a estas reflexiones, decidí asumirlo; me atreví junto con las demás personas que estábamos en la reunión a construir una lista, confiamos en quienes nos habían convocado y en los procesos colectivos que nos respaldarían. Recuerdo que mi principal llamado fue a cuidarnos (curioso llamado para la política electoral, donde ni siquiera hay reflexiones por el cuidado).

Luego de dicha invitación, decidimos hacerlo de manera participativa, convocamos organizaciones, colectivos, amigos y amigas para construir una vision conjunta. Concluimos en llamar nuestro proceso “El Barrio es Primero”, pues recogía nuestros sueños de pensarnos el barrio y la vida digna desde nuestras cotidianidades; diseñamos una campaña buscando alianzas y comenzamos el proceso.

No obstante, en las reuniones que realizamos, comenzaron a llegar personajes del barrio y la ciudad con dudosa trayectoria; comenzamos a tener conversaciones acaloradas con los primeros hombres que nos habían invitado al ejercicio; recibí varias llamadas de apoyo y, a la par, varios condicionamientos. Con el pasar de los días y no sé porque razón, el equipo de jóvenes de “El Barrio es Primero” fue quedándose solo; los apoyos que manifestaron se esfumaron, las organizaciones que acompañarían se fueron yendo poco a poco, y de los amigos que invitaron a esta acción sigo esperando su llamada para preguntar cómo nos fue en el ejercicio.

Si bien los pocos que quedamos logramos hacer un trabajo bello, tuvimos algunos votos sin condiciones, nos divertimos promoviendo la conversación, tengo muchas reflexiones sobre el papel de las juventudes y de las mujeres en la política electoral.

Esa corta experiencia me permitió experimentar la violencia política, parecía que si no favorecía sus formas e intereses, entonces no servía. También sentí la soledad a la que nos condenaron, una forma de sanción por nuestra irreverencia, falta de experiencia, pero también por tener criterio y voz. En ocasiones, me cuestionaron los principios éticos y políticos construidos en toda mi experiencia vital, como el cuidado y la prevención de violencias. También me sentí usada, como si mi nombre sirviera para algún interés del cual yo era ajena. Sentí que utilizaron nuestros deseos juveniles y nuestras ansias de colectividad.

Me sentí en el mundo de los adultos y los machos que deciden sobre otros, pero cuando no pueden controlar y gobernar, se aíslan y te matan simbólicamente. Hoy, ni siquiera sé cómo volver a tener acciones barriales en mi propio territorio.

En tiempos electorales, la violencia política recoge las manifestaciones más machistas y patriarcales; estas nos recuerdan a las mujeres el mandato de nuestro silencio, nos recuerdan que el espacio público no es nuestro lugar, que no hacemos parte de la toma de decisiones y que nuestra ciudadanía aún no se hace realidad en plenitud.

Estas violencias se manifiestan desde las campañas cuando sólo somos las cuotas según la ley, violencias que se manifiesta cuando no se nos da de manera equitativa el recurso financiero y el apoyo. Cuando nos dicen niñas, o cuando en las entrevistas luego de dar una explicación contundente nos preguntan si somos esposas o madres. Violencias cuando nos alzan la voz en los espacios, nos dan órdenes y pretenden que las asumamos. También, cuando nuestros temas no son prioritarios, no tienen agenda y los toman como relleno.

Sin embargo, hoy, en tiempos de campaña, puedo ver más mujeres lanzándose al ejercicio electoral, algunas novatas, otras con más trayectoria; veo rostros y nombres nuevos que pueden refrescar este contexto político y enseñarnos otras formas de vivir la democracia.  Quisiera decirles que las admiro. Celebro a las juventudes que sueñan, a quienes siguen intentando, a quienes fortalecen su corazón para no quebrantar su espíritu. Les escribo hoy, porque me parecen supremamente valientes.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/luisa-garcia/

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