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Menos los de autoayuda…

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Fue Joaquín Sabina quien lo dijo —o a quien se lo adjudican, porque no encuentro el origen de esa afirmación, aunque la frase bien podría ser de él—: todos los libros son de autoayuda, menos los de autoayuda.

Hay una sentencia que sí sé a ciencia cierta que es de Sabina, la dijo en una conversación con Arturo Pérez-Reverte: “A mí lo que me ha salvado son los libros que he leído”.

Pero que me voy por las nubes… o casi.

La Cámara Colombiana del Libro, de la mano con una firma encuestadora (Nielsen BookScan) publicó, la semana pasada, la lista de los 25 libros más vendidos en Colombia durante 2023, que no es lo mismo que los más leídos. Se le parece, pero no es igual. Incluso podríamos decir que son dos vicios diferentes: leer y comprar libros.

En los primeros cinco puestos no hay ninguno de literatura. Ni en los cinco siguientes, tampoco. Si sacamos las confesiones de Enrique de Inglaterra y el libro de un fascista que encandila a ciertos sectores en Latinoamérica, nos quedan en el escalafón ocho textos que le dicen a la gente lo que debe de hacer para ser felices, comer bien, hacerse millonarios o convencerse de esa ridícula idea de que el pobre es pobre porque quiere.

En los 15 puestos restantes el asunto se mantiene casi que igual, solo cinco títulos se escapan del remoquete de autoayuda.

Alguien me preguntó qué opinaba. No le había dado muchas vueltas al asunto. Asumamos, entonces que la gente se lee lo que compra. No me sorprende: en la primera clase les suelo preguntar a mis estudiantes qué andan leyendo o qué fue lo último que leyeron. Los textos sobre el poder de la mente o como ganar plata suelen ser mayoría.

La Encuesta Nacional de Lectura que realiza el Dane de vez en vez señala que en Colombia leemos más (o eso decía la de 2018, que fue de la última de la que tuve noticias). Los colombianos leemos, en promedio, 2.9 libros por año. Al reducir la pregunta solo entre la población lectora (los que dicen que suelen leer) la cifra sube a 5.1 libros por año, la mayoría de ellos, ya está dicho, son de ese género extraño en donde cabe de todo y que se vende en supermercados, farmacias, tiendas de ropa, ferias de artesanías y, claro, librerías.

También decía esa encuesta que entendíamos poco de lo que leíamos. Y ahí están las pruebas Ocde como recordatorio de ello.

Entonces, ¿qué hay de malo en este asunto de los libros de autoayuda? No mucho.

Pero déjenme exponer aquí una pequeña reflexión: la autoayuda se vale de lo que nos pasa a todos, pero apuesta por lo individual. La literatura se vale de lo individual, pero para que entendamos al otro.

Claro que no se puede juzgar a la gente por lo que lee, pero sigo pensando que en la literatura hay respuestas universales para situaciones particulares, nos ayuda a ser más empáticos, porque podemos entender el drama del otro. Cualquiera puede ser Emma Bovary o Anna Karenina.

En esas audiencias de la JEP uno puedo entender a esas mujeres que claman por sus hijos y pensar que algo así pedía Príamo a Aquiles para que le devolviera el cuerpo de Héctor, por ejemplo.

En los textos de autoayuda, sospecho, hay una mirada más egoísta del mundo: cómo hacer para que a mí me vaya bien. El otro, que se aguante. Que algunos, sin embargo, tratan de explicarle a la gente cómo vivir en comunidad, me dicen. Para eso está La colmena, de Cela; o Ensayo sobre la ceguera, de Saramago.

O Dogville, de Lars Von Trier; o Malena, de Giuseppe Tornatore, agrego, que no son literatura, pero se le parecen.

¿Quieres algo de liderazgo? Ahí tienes La Odisea o el la saga del Capitán Alatriste. ¿Algo sobre el éxito? Ahí están las Meditaciones, de Marco Aurelio. ¿Sobre lo malo de la obsesión? Puedes buscar Novela de ajedrez, de Zweig. ¿Necesitas aprender algo sobre de la derrota? Gay Talese tiene una colección de perdedores en sus relatos y perfiles que pueden decir tanto o más sobre cómo reponerse que cualquier texto de un emprendedor con dinero suficiente para pagar por un escritor fantasma. ¿Y sobre el trabajo en equipo? Pues El señor de los anillos puede decirte algo.

El otro asunto es la calidad literaria: qué lástima que triunfe lo pobremente escrito, lo obvio sobre los sublime, lo intrascendente sobre la búsqueda de lo inolvidable. ¡Qué lástima que, justo ahora que vienen los extraterrestres, descubran que en este pedazo de tierra sobre el planeta nuestras referencias literarias se reducen a Hábitos atómicos o ¿Quién se ha llevado mi queso?

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/mario-duque/

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