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En una terraza, de espaldas al cañón del Río Aburrá y recostada sobre un Lotus Elise rosado Karol G dice al teléfono: “aló, ya estoy en Medallo, mor. Te veo en el Poblado pues”. El video de la canción de reguetón “Un PH en el Poblado” es una colección de lugares comunes del machismo: hombres que despliegan su poder frente a mujeres que no hablan, que están siempre detrás, siempre como adornos. La única mujer que canta es un token: una rareza en un mundo que no es suyo. Repite en primera persona lo que los hombres en la canción dicen de otras. Es un altavoz del patriarcado.

Hace algunos días leí en Twitter una serie de comentarios sobre la posible conexión entre el auge del reguetón y el recrudecimiento de algunos problemas sociales que no son nuevos en Medellín: explotación sexual de niñas y mujeres, gentrificación, uso inadecuado de sustancias y control territorial por parte de grupos ilegales.

Pensar en esa conexión me parece importante no porque crea que un problema complejo como el de Medellín pueda reducirse a la masificación de un tipo de música, el reguetón, sino porque considero que el poder de los relatos que moviliza este género se ignora convenientemente en el análisis de la crisis.

El poder de las palabras ordena el mundo. Las ideas de bienestar, igualdad y vida en común que se representan en las letras y videos del reguetón favorecen la aceptación masiva de un sistema económico injusto, normalizan la dominación masculina, la meritocracia y las prácticas de consumo irresponsable. También  las baladas románticas, los vallenatos y merengues están llenos de ideas misóginas y clasistas, sin embargo, la creación y producción de estos productos culturales responde a otras lógicas de consumo y circulación.

Medellín tiene una historia importante de producción musical y la instalación de la industria del reguetón en la ciudad podría verse como una deriva de esa vocación. Como la reinvención de un sector para adaptarse a una nueva situación del mercado. Esta es una explicación incompleta si no hay un interés por entender qué hizo que el mercado cambiara y cómo se modificaron las relaciones entre sus agentes. 

Subestimar la capacidad de los relatos culturales masivos para moldear las relaciones sociales y económicas es ingenuo. También es ingenuo pensar que una canción o un género musical es el origen de los males de los que sufre Medellín. Quienes vivimos en esta ciudad asistimos a un fenómeno de transformación complejo y pensar en la conexión entre la producción cultural para las masas y los problemas sociales es urgente. 

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/valeria-mira/

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