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Esteban Mesa

Luz verde a la mentira

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"Para la derecha es necesario volver a Fajardo un personaje de la izquierda radical y destruirlo con mentiras, como en los tiempos de las peleas de Uribe con la Corte Suprema, de la ideología de género y del acuerdo de paz."

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Van cambiando sorprendentemente los ánimos a pocos días de las consultas presidenciales, es lo normal cuando se van depurando las candidaturas y se van uniendo los diferentes actores en torno a quien los representará en la disputa electoral.

Hoy, que es más claro el panorama, se hace evidente que estamos ante un bloque de derecha que recoge el apoyo del gobierno, de los partidos tradicionales, de los Char y, también, por supuesto,  de un sector muy importante de la opinión. Por el otro lado, en el pacto de la izquierda, encontramos una combinación sorprendente de lideres sociales, “los nadies y las nadies”, representados principalmente por Francia Márquez, y los más tramposos politiqueros donde brillan nombres como el compra diplomas Julián Bedoya y los camaleones Armando Benedetti y Roy Barreras. Entre ellos se ubica el centro, cargado de programas y propuestas pero afectado gravemente por sus propias disputas y por la falta de contundencia de sus comunicaciones, formado principalmente por políticos alternativos con la idea de construir una opción real para los colombianos.

Tuvimos que soportar un par de debates en los que el candidato de la derecha estaba convencido de que su victoria estaba ya decretada mientras el candidato del abismo, levitando por Colombia, decidía ni siquiera asistir. Y ahí, con su débil pero emocionante victoria, el candidato del centro se mantenía firme después de resistir años de ataques desde todo tipo de entidades públicas dirigidas por quienes siempre lo han visto como una gran amenaza a sus negocios clientelistas. Saben que no es charlando, vivieron 2 gobiernos de Fajardo sin mermelada. Empezó Luis Pérez, luego Daniel Quintero, Pipe el contralor y hasta el fiscal Barbosa, el amigo de Duque. La andanada no lo sacó de circulación.

El tono que Fajardo dio a su campaña ha puesto a temblar las placas sobre las cuales se soportaba la tranquilidad de Fico y Petro. No estoy evaluando si su estrategia es o no correcta, lo veremos en las urnas, estoy diciendo que hoy ya nadie se puede sentir tan ganador ni tan perdedor como en el 14 de marzo.

Como respuesta, la mentira. Para la derecha es necesario volver a Fajardo un personaje de la izquierda radical y destruirlo con mentiras, como en los tiempos de las peleas de Uribe con la Corte Suprema, de la ideología de género y del acuerdo de paz. La preocupación la traducen en un lenguaje violento, “macartizador” y poco serio. ¿Por qué no habrían de hacerlo si nunca les ha pasado factura mentir descaradamente? ¿Si a sus seguidores no les importa, por qué debería importarle a ellos? ¿Si el paisa verraco es el que está dispuesto a lo que sea con tal de ganar, por qué esta vez debería ser diferente?

Primero, en un debate, Fico insinúa que Fajardo es el vocero de Petro. Después los panfletos disfrazados de columnas con términos propios de la derecha trasnochada, cargadas de insinuaciones sin sustento pretendiendo encasillar a Fajardo en una izquierda que ha enfrentado durante años. Una izquierda que ha desenmascarado por populista y de la cual ha recibido acusaciones, calumnias y ofensas. De ahí que Quintero mienta tanto sobre Fajardo.

Será muy difícil construir un país diferente si las nuevas generaciones de políticos mantienen o toleran las viejas mañas del todo vale, de la manipulación y la mentira. Este país necesita un cambio en las formas de discrepar, de discutir, de procesar los desacuerdos. Hay que entender la diferencia como una riqueza y las formas de pensar y sentir como una maravillosa posibilidad de la mente y el corazón humano. La construcción de los argumentos y la forma adecuada de presentarlos debe ser una búsqueda constante de los nuevos líderes.

Colombia necesita una nueva derecha que defienda sus posiciones con altura y que juegue limpio. De la izquierda, mientras esté Petro, no espero nada, está demostrado su desprecio por las reglas de juego y comparte con la derecha de hoy la condición de estar dispuesto a hacer lo que sea con tal de ganar.

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