Hace una semana, Santiago Borda publicó una columna en La Silla Vacía titulada “Una cultura ciudadana 2.0 se debe apoyar en la evidencia de la ciencia”. En ella hace un recuento de lo que fueron las alcaldías de Antanas Mockus en términos de políticas de cambio cultural, para más adelante referirse al estado actual de la cultura ciudadana en Colombia. Luego de Mockus y su proyecto revolucionario, los intentos por replicar el modelo de armonización entre ley, moral y cultura, a través de lenguajes artísticos y pedagógicos, han sido —en opinión de Borda— ineficaces.
Estoy de acuerdo con esa lectura. Con el éxito mockusiano, la cultura ciudadana se volvió una expresión común en casi todos los gobiernos de Colombia. Los planes de desarrollo municipales la mencionan y, al menos nominalmente, reconocen su importancia. Sin embargo, muchas de las apuestas no han logrado el impacto que tuvieron aquellas alcaldías de Bogotá. Es difícil determinar con precisión a qué se debe ese fracaso sin estudiar a fondo cada caso. Pero posiblemente la falta de rigurosidad y método para comprender el enfoque de cultura ciudadana, sumada a la escasa voluntad política para apostarle decididamente al cambio comportamental —con presupuesto y funcionarios competentes—, ha tenido mucho que ver.
Borda menciona también que el auge de los nudges, como esa solución fácil y barata para todos los problemas, representa un riesgo para las políticas de transformación cultural. Ahí acierta de nuevo. El profesor Juan Camilo Cárdenas, el año pasado, en un encuentro de ciencias del comportamiento realizado por la Alcaldía de Medellín, señaló ese mismo riesgo: el de entender problemas complejos como asuntos modificables únicamente a través de intervenciones sobre el comportamiento individual, sin tener en cuenta sus dimensiones sistémicas. Cárdenas coincide con Saadi Lahlou y Paulius Yamin, quienes vienen apuntando a lo mismo a partir de la teoría de las instalaciones.
La invitación de Borda a que en Colombia se apliquen ciencias del comportamiento y se “promueva la cultura ciudadana como un componente estratégico” es muy valiosa. Y, de hecho, si bien aún no es algo generalizado, ya viene ocurriendo. El Plan de Desarrollo Medellín Te Quiere 2024–2027 tiene a la cultura ciudadana como uno de sus proyectos estratégicos. En el Plan de Desarrollo 2017–2020 fue un eje transversal. Medellín cuenta, desde 2019, con una política pública de cultura ciudadana pensada desde las ciencias del comportamiento.
Además, actualmente se ejecuta la estrategia de cultura ciudadana y construcción de confianza Medellín es como Vos, inspirada en el enfoque mockusiano y basada en los estudios del comportamiento. Esta estrategia es la segunda parte de otra implementada entre 2018 y 2019, denominada Medellín está llena de Ciudadanos como Vos. Y más allá de Medellín, en Bogotá y Barranquilla también existen apuestas decididas por la cultura ciudadana y por la aplicación de los hallazgos de Tversky, Kahneman, Thaler y compañía.
La conversación que retoma Borda en su columna es muy pertinente. Me sumo a su invitación de entender la cultura ciudadana como una política que va más allá de los mimos, los conos y los semáforos humanos, o de las intervenciones artísticas de pedagogía a la ciudadanía. La cultura ciudadana, pensada desde los estudios del comportamiento, es una herramienta fundamental para diseñar la mayoría de acciones públicas en Colombia. Ya hay varias ciudades que vienen trabajando en ese sentido. La cultura ciudadana 2.0 ya arrancó.
Acá pueden leer la columna de Santiago Borda: https://www.lasillavacia.com/red-de-expertos/red-de-ciencia-e-innovacion/una-cultura-ciudadana-2-0-se-debe-apoyar-en-la-evidencia-de-la-ciencia/
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/juan-pablo-trujillo/