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Pablo Múnera

Los enemigos internos del mercado (parte I)

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Con la llegada de Petro al poder, su inmediata propuesta de reforma tributaria y el anuncio de restablecer el recargo de las horas extras nocturnas y festivas, arreciaron las críticas sobre la amenaza que él y sus propuestas representan para el libre mercado, para la libertad de empresa, para la competitividad y para el desarrollo empresarial. ¡Una amenaza en general para la libertad y las libertades que tenemos y que tanto nos han costado!

Expertos o no en economía, la mayoría de los que piensan así tienen como dogma que la economía de mercado –y el capitalismo que le es consustancial– es de lejos la mejor forma, cuando no la única, de organizar la economía y los recursos del planeta o de un país, por lo cual cualquier intervención estatal en ella siempre será nociva y más si parte de un gobierno progresista o de izquierda, que se tiene, a priori, como enemigo del mercado. Algunos amigos míos sintetizan lo anterior en una frase: “la economía siempre estará mejor en manos privadas”.

Esas mismas personas titubean cuando se les pregunta que si les parece mal manejada la economía en los países escandinavos (Dinamarca, Noruega o Suecia), que tiene una buena dosis de intervención estatal. O, para no ir muy lejos, tartamudean cuando se les pregunta si entonces, con base en su argumento, se deben vender EPM y Ecopetrol al sector privado. 

Celebran ideas y hacen críticas, muchas veces recalcitrantes, en abstracto. No, la calidad no suele darse a priori y por tanto no debe juzgarse en el vacío. Para el tema, sería mejor preguntarse antes qué tipo de cultura, instituciones, entidades y dirigentes públicos y privados tenemos, para saber en qué manos pueden estar mejor esas mismas instituciones y entidades.

Pese a todas las evidencias y teorías en contra, como la de La mano visible de Alfred Chandler, a estas alturas todavía mucha gente cree en la promesa básica de la economía de mercado: la fábula ingenua y contradictoria de la “Mano invisible”, según la cual, palabras más, palabras menos, el mercado tiene capacidad de autorregulación entre sus agentes gracias a que la búsqueda del interés propio es la vía más expedita para lograr el bienestar colectivo. Por ningún lado dan las cuentas para llegar a esta resultado-conclusión.  

Continuando con esa entelequia del libre mercado, aun si la izquierda, el socialismo, el progresismo o el actual gobierno representaran una amenaza para la economía de mercado, mi punto de partida es que no son la única ni quizá la principal. La economía de mercado en nuestro país y en otros seguidores del modelo dominante impuesto a través de organismos multilaterales y entidades como la OCDE, tiene los suficientes enemigos y amenazas internas para autodestruirse, aunque se mantenga a cualquier costo social.

En la próxima columna, continuación de esta, voy a enumerar y a describir algunos y ya ustedes como lectores juzgarán si está hipótesis de suficiencia de los enemigos y amenazas internas para acabar con la economía de mercado es válida o no.

Por ahora, me permito anticipar una amenaza genérica para este tipo de economía. El modelo económico hegemónico es básicamente anti-mercado y en vez de promover la competencia la quiere eliminar, para concentrar todo el poder en pocas manos, empezando por los llamados estados plataforma: Google o su matriz Alphabet, Facebook o Meta, Amazon, Apple, Microsoft, etc.

Lo que llamamos neoliberalismo no es más que una audaz etiqueta creada para encubrir lo que de fondo es, básicamente, un neoconservadurismo puro y duro. Como plantean acertadamente Harvey y Fernando Escalante, en una referencia que me regaló Juan Pablo Trujillo, columnista de este medio, el neoliberalismo es sobre todo un diseño institucional para devolverle a las élites, paradójicamente y vía control estatal, el poder que perdieron con los estados de bienestar.

(Continuará la próxima semana)

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