Tipos de contenido

Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

Las formas de la esperanza

Te podría interesar

Elige el color del texto

Elige el color del texto

Escuchar artículo
PDF

“Y Spinoza hizo la gran revolución del pensamiento moderno al acabar con la idea de un Dios superior y externo al mundo que es su creador y dueño. Dio la soberanía creativa a la naturaleza.” Edgar Morin.

“Lo que Dios es estaba más en el ruido neutro de las hojas al viento que en mi antigua plegaria humana.” La pasión según G.H. Clarice Lispector.

Cuando era una niña rezaba por la noche. No repetía las oraciones que me enseñaban en el colegio, sino una que inventé, enfocada en lo que me importaba a mí: mi familia y las personas que sufrían en el mundo y los animales —porque qué es la vida sino lo particular. No pensaba en ninguna religión y el concepto de Dios era difuso, más bien acudía a ese cielo inmenso que parecía omnipotente, de alguna manera abrigador. Era mi forma de esperanza. También, probablemente, porque como dijo Montaigne, “Nada se cree con mayor firmeza que aquello que se conoce menos”.

Muy pronto le pregunté a mi mamá cómo era que el niño Dios, en contra de toda lógica, les traía menos regalos a los niños pobres, y me sentí incómoda en las misas del colegio. Hace ya años, contemplando la naturaleza, tuve la certeza de que en ella estaba todo lo que para mí podía representar a Dios. Habla Camus en El mito de Sísifo de la idea del filósofo ruso Chestov acerca de que el ser humano se vuelve a Dios solo para obtener lo imposible, pues para lo posible bastan los hombres. Y yo siento que la naturaleza es justamente la materialización de lo imposible, omnipresente, todopoderosa, de belleza exorbitante y plagada de milagros. ¿Y qué es la esperanza sino ese intento de creer que lo que parece imposible es posible? ¿Y para qué buscamos a un dios sino para tener esperanza?

No puedo imaginar una fuerza distinta a la energía que impulsa el vuelo y el canto de las aves, el sistema de las raíces de los árboles y las redes de hongos, la que conecta el mar y los bosques del planeta y pinta de rosa los cielos al atardecer. Creo que es ella la que lleva también a los hombres a mirar diferente, que es para mí lo que posibilita la esperanza. Y me gusta pensar que lo intuí de niña, que hoy mis pensamientos se parecen más a esa pureza con la que miramos el mundo cuando apenas nos le aproximamos. Dice también Camus que “Pensar es aprender de nuevo a ver, a estar atento; es dirigir la propia conciencia, hacer de cada idea y de cada imagen, a la manera de Proust, un lugar privilegiado”. Eso es lo que siento que pasó, que al crecer y aprender a pensar, volví a mirar a mi alrededor maravillada, observando la naturaleza con unos ojos más agudos que la convirtieron en la única fuente y el único refugio.

Creo que es la diosa naturaleza la que da lugar al arte y a la transformación del ser humano, la que impulsa la lucha, porque quién quiere dejar de contemplar las estrellas… Hace unos días mi abuelito de noventa y siete años se cayó y se rajó la cabeza. A las pocas horas lo llamé y cuando le pregunté cómo estaba me dijo: “Sin novedad alguna. Aquí todo está bien. La vida es una lucha y la mitad está ganada cuando uno la mira con optimismo. No ha pasado nada, hija”, y se carcajeó cuando le dije que me contaron lo bien que almorzó.

En la serie Líderes de nuestro tiempo (Netflix), el juez sudafricano Albie Sachs cuenta cómo cuando estuvo encarcelado durante el Apartheid, en el desespero extremo de su aislamiento, oyó un silbido melodioso al que respondió de la misma forma, y cada día dos desconocidos se cantaban silbando, tejiendo mutuamente la posibilidad de volver a ver el sol. Me pasa que cuando estoy trabajando y miro hacia el jardín, veo a mi esposo caminando despacio, deteniéndose con frecuencia a apreciar los detalles entre las hojas, explorándolo todo con la mirada de quien sabe que Dios está allí, sin rendirse jamás en la búsqueda de la belleza, y entonces sé que estoy en el lugar correcto, que lo que envuelve la pantalla son nimiedades, porque me he acercado conscientemente a lo vital.

La conversación con el exministro y escritor colombiano Alejandro Gaviria en el podcast Universo No Apto terminó con una idea preciosa: hablamos sobre la mirada del perro, sobre cómo su perro Rufo es quien le ha enseñado esa idea del budismo sobre la compasión con todas las formas de vida, que es quizás la única forma de habitar el mundo. Las religiones son un azar impuesto principalmente por la geografía de los hombres, mientras que la luna nos conecta desde donde quiera que contemplemos el cielo.

Hay que volver insistentemente a la mirada pura para encontrar sentido: así como yo me pregunté aquello sobre Dios y los niños pobres como un paso en la comprensión de la existencia, en un presente lleno de afanes y vacíos, entre noticias de guerras y climas salvajes, hay que volver a preguntarse cómo es posible que vuelen los pájaros, que lleguen figuritas coloridas surcando los cielos a comer plátano al jardín. Lo imposible es bello y sucede todo el tiempo. Es ahí donde está Dios.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/catalina-franco-r/

5/5 - (8 votos)

Te podría interesar