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Hace algunos días escuché esta palabra y fue inevitable investigar más al respecto. Si bien en muchos textos feministas se aborda la desazón y frustración ante las relaciones heterosexuales, esta categoría parece abarcar otros desencantos que hoy se manifiestan en los vínculos sexoafectivos.
Para adentrarnos en este tema, es importante destacar que el término «heteropesimismo» comenzó a debatirse en 2019 a raíz de críticas a series, películas, libros y experiencias que exponen las complejidades del amor y las relaciones que experimentan hoy en día tanto mujeres como hombres (especialmente heterosexuales). «El ‘heteropesimismo’ es una actitud de decepción, vergüenza o desesperación ante el estado de las relaciones, poniendo énfasis en los hombres heterosexuales como la raíz del problema».
Esta crítica se basa en que, con el cambio de época, los logros del movimiento feminista y otros contextos históricos, las relaciones y los lazos han dejado de ser una obligación impuesta por el contrato social para convertirse en una elección aparente. En otras palabras, hace algunos años, las personas tenían que elegir a su pareja basándose en aspectos económicos y políticos, no necesariamente en el afecto y el deseo. Actualmente, se trata de un proceso de elección que se enmarca en el entorno particular de cada persona.
Al tratarse de una decisión aparentemente libre, las personas han establecido una serie de criterios que deben cumplirse para alcanzar la plenitud en una relación sexoafectiva. Estos criterios abarcan aspectos económicos, educativos, de ocio, círculos sociales, políticos, sexuales, estéticos, de edad, entre otros.
Sin embargo, estas decisiones están condicionadas por el contexto en el que se manifiestan. Aquí radica el heteropesimismo, ya que, al tener la posibilidad de elegir, las personas se enfrentan a la escasez de opciones, ya sea por su ausencia o por no cumplir con los deseos establecidos. Esto provoca un rechazo hacia la masculinidad (especialmente) al considerarla insuficiente, básica y poco estimulante frente a la fuerza desmedida del movimiento, el cambio, la ambición, el deseo, la responsabilidad afectiva, entre otros aspectos. Pero ¿qué subyace en estas afirmaciones?
Si lo que planteo resulta confuso, basta con observar algunos ejemplos para comprenderlo. Uno de los temas más mencionados es el rol maternal que asumen algunas parejas, donde la principal inquietud radica en la baja capacidad de los hombres para gestionar sus vidas, comunicar sus emociones, sueños, frustraciones, etc., trasladando dicha responsabilidad a sus parejas en busca de una figura que les resuelva sus problemas para así evitarse dicha responsabilidad. En este sentido, las mujeres experimentan una falta de paridad afectiva, al no contar con un interlocutor que asuma responsabilidad por su propia vida. Esto se observa en la escasa habilidad de los hombres para tomar decisiones con claridad y comunicarlas.
Otro fenómeno es que las mujeres enfrentan escasa «oferta» masculina a la altura de sus expectativas. Es decir, muchas mujeres tienen un nivel educativo, experiencial y a veces ingresos superiores a los de los hombres con los que se relacionan, lo que genera desequilibrios de poder que no siempre fomentan un diálogo horizontal y la creación de proyectos conjuntos. Esto conlleva dificultades en el «mercado» relacional, ya que, a pesar de tener el deseo de encontrar a alguien, son limitadas las oportunidades y los candidatos que cumplen con sus expectativas.
¿Será que somos demasiado exigentes o apenas estamos estableciendo los criterios mínimos para relacionarnos? ¿Qué reflexiones están haciendo los hombres en esta discusión?
Me gustaría que me ayudaran a analizar esta cuestión: ¿hasta qué punto reproducen el capitalismo y el patriarcado estas formas de entender las relaciones?, ¿o es más bien una crítica a la falta de horizontalidad que caracteriza a muchas relaciones en la actualidad?, ¿o tal vez toda esta presión en las relaciones solo ejemplifica la influencia del capitalismo sobre cada vínculo que formamos? Porque más allá de un agotamiento individual, estamos frente a un agotamiento colectivo.
Hemos desplazado la responsabilidad de los problemas estructurales hacia decisiones personales. Quizás el heteropesimismo está siendo la emoción colectiva que nos está impulsando a construir relaciones lejos de las normas morales impuestas, los estereotipos de género y las exigencias del capitalismo. Pero como todo cambio social, tendremos que transitar el agotamiento que genera para convocar a la creatividad que implica imaginar otras formas de relacionarnos.
Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/luisa-garcia/