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Ha pasado una semana de las últimas elecciones locales y departamentales del país. Por ende, estos días han sobrado los análisis, las reflexiones y las opiniones políticas de muchos sectores y medios de comunicación sobre lo que aconteció.
Suena con mayor fuerza que en Antioquia, la extrema derecha y el Uribismo se volvió a tomar los gobiernos locales y que desde allí le harán oposición al Gobierno de Petro. También existen muchas reflexiones sobre los nuevos liderazgos políticos que salieron a contienda, los partidos políticos que se quemaron, como la Alianza Verde, y sobran en gran medida las opiniones sobre que las maquinarias, los viejos políticos y las antiguas formas clientelistas y corruptas se tomaron de nuevo los poderes.
No obstante, a mí me ronda otra reflexión. Si bien las maquinarias hicieron su trabajo, compraron votos, movilizaron personas a cambios de múltiples favores, pintaron carros y pagaron a muchas personas para hacer campaña, incluso hasta pagaron para que les autosabotearan su publicidad, creo que la gente salió a votar con otros elementos. No pretendo cuestionar lo mencionado anteriormente, pero sí ubicar otros puntos de vista, pues a diferencia de los que consideran que los votos de opinión sólo son de la clase media “intelectual”, quienes salieron a votar a las calles este domingo lo hicieron con una profunda indignación por los malos gerentes que hemos tenido en los últimos años.
En Bogotá, ganó Galán, por supuesto por las alianzas con múltiples partidos, su historia de delfín y sus tres mil intentos; pero, además, ganó con una idea muy sencilla: “sí realizaré el Metro, terminaremos la fase 1, y no pararemos la fase 2 que está en licencia”. ¿Qué puede esperar un país donde su ciudad capital, con más de 8 millones de habitantes, vota por quién le cumpla con terminar con un sistema de transporte? Bogotá lleva 40 años esperando que una decisión le garantice el derecho a la movilidad digna y no los siga condenando a más de cuatro horas diarias en transporte público, con abusos y situaciones de violencia.
En su discurso luego de ser elegido, volvió a tocar el tema ¿Qué puede esperar un país si su capital, con más de 8 millones de habitantes, vota por quien le cumpla terminar un sistema de transporte prometido hace 40 años? Y es que una decisión gerencial negativa les ha generado la mayor vulneración del derecho a la movilidad, pues los condenó a más de cuatro horas diarias en transporte público, con abusos y situaciones de violencia.
En Medellín no encontramos nada distinto. No vimos propuestas contundentes para resolver la vida cotidiana en esta ciudad, la cual está cada vez más costosa, gentrificada, con una crisis alimentaria focalizada, un turismo desregulado y un alto índice de explotación sexual.
Muchas de las personas que conozco no votaron por Fico por el ser de la derecha, votaron por el viejo conocido, pero especialmente votaron ante la falta de respeto que cometió Daniel Quintero con el abandono de la ciudad. Las arengas que profesaba se le fueron quedando cortas ante su incapacidad de administrar, tomar buenas decisiones y priorizar, sobrellevar riesgos y manejar los conflictos de manera asertiva.
Las ciudadanías también están votando por gerentes, por personas que tengan capacidad por lo menos de cumplir acciones básicas que se proponen, por tener visiones para resolver la vida cotidiana de las personas; para eso es el sistema público, para garantizar que las acciones que le competen a la ciudadanía en general tengan el principio del bien común.
Y aunque nos sigamos diciendo que las maquinarias ganaron, que los políticos tradicionales volvieron a llegar, y mencionemos que la ciudadanía no está teniendo pensamiento crítico para tomar decisiones, yo veo que sí; ya no sólo en el debate están las ideologías, están las decisiones gerenciales sobre cómo llevar una ciudad.
¿No les parece muy indigno que nuestras ciudades tengan que estar votando por personas que prometen sistemas de transporte, hospitales, escuelas, un teatro para el municipio, una cancha, centros infantiles, un subsidio de alimentación para las personas más vulnerables, o la continuidad de una línea de atención en violencias? ¿No les parece muy complejo construir ciudadanía activa cuando estas siguen siendo las demandas y los motivos del voto de opinión más popular? O tal vez soy yo la ingenua, que le gustaría pensar que la política puede estar evocando la votación hacia una visión de futuro, qué ciudad queremos o cómo seguimos fortaleciendo proyectos políticos.
Así, para todos los que reflexionan sobre las elecciones, insistiría en que las personas no sólo estamos votando por proyectos políticos y visiones ideológicas, estamos votando por quienes, tal vez, cumplirán con algunas condiciones mínimas para la existencia más digna. Y esto es profundamente triste.
Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/luisa-garcia/