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Gallina ciega a la Rodolfoneta

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La corrupción es parte del paisaje. Nos acostumbramos a decir sin pena ni gloria sobre un político: que robe, pero poquito. Parece que sabemos que igual va a robar y nos conformamos con la modificación del adverbio: que no sea mucho.

Al terminar su mandato  aceptamos que robó, y puede ser un montón, pero no pasa nada. Pocas veces se investiga, aunque se note, se converse de ello, sea vox populi.

En el pueblo del que soy pasa con unos políticos, es común que se hable de ellos, de su poder, del dinero que se han robado, pero ahí vuelven a elegir a sus fichas. El chisme que más se repite es que han pavimentado tres veces una carretera y uno pasa por allí  y cada vez está más destapada.  Y bueno, supongo que es un círculo vicioso en el que “invierten” plata para ser reelegidos.

Pero siempre puede sorprenderte algo más. Digamos, por ejemplo, la Rodolfoneta atestada de gente, tantos que unos se subieron en el techo y otros se metieron en el maletero,  por miedo a Petro. 

Preferir la corrupción a la izquierda. 

Porque desde que Rodolfo era candidato, es más, desde que fue alcalde, el escándalo se destapó —y se anuló justo poque se destapó—: irregularidades en la contratación pública para cambiar el esquema de recolección de basuras en Bucaramanga cuando él era alcalde de la ciudad. El escándalo Vitalogic, justamente como el nombre de la compañía que buscaba quedarse con el negocio y que había contratado al hijo de Rodolfo, Luis Carlos Hernández.

La contradicción, y el chiste —triste, flojo— al mismo tiempo, es que Rodolfo montó su campaña alrededor de la lucha contra la corrupción y el partido que fundó se llama Liga de Gobernantes Anticorrupción. El pasado jueves 13 de junio, el juez del caso falló en primera instancia y fue condenado a 64 meses de prisión por el delito de celebración indebida de contratos. Aunque la decisión de condenar al empresario se conocía desde el 14 de marzo de este año, faltaban las sanciones.

El político, millonario empresario de la construcción, ha dicho que es inocente, que no sabía, que no intervino ni ejerció presión para que la empresa ganara la licitación. De hecho en Twitter escribió que la condena era injusta y que seguirá buscando demostrar su inocencia acudiendo a todas las instancias judiciales. Su defensa ya interpuso recurso de apelación. No obstante, la Fiscalía mostró pruebas, entre ellos correos electrónicos que evidenciaban el interés de Rodolfo en la asignación del contrato.

Pero aun así, incluso sabiendo del escándalo, de la posibilidad, muchos votaron por Rodolfo –y esto sin olvidar su falta de propuestas y demás; era sobre todo el viejito chistoso de TiktTok– porque qué miedo Petro: la izquierda en el poder. El coco. Porque en este país a la izquierda se le ha tenido mucho miedo y se le reduce a la guerrilla. Ya lo he dicho, pero lo repito: ese reduccionismo de izquierda igual a guerrillero por el que han matado a tantos.

Aunque Petro, entre su orgullo y el que no lo dejen gobernar, no es que nos dé muchos argumentos para defenderlo. 

Hay dos cosas en las que pienso con la Rodolfoneta. Primero, la que ya dije, que prefiramos cerrar los ojos y aceptar la corrupción, pensar que fue poquito, que eso no es nada, que todavía no había condena, lo que sea, cualquier cosa menos la izquierda. ¿En serio? En serio: 10.580.412 personas votaron por él en segunda vuelta.   

Segundo, lo acomodados que somos. Porque ahora que han salido noticias de corrupción en el gobierno de Petro, ahora sí con toda contra la corrupción. Esta corrupción sí, pero la otra no. Espere pensemos con cuál nos conviene jugar a la gallina ciega y con cuál al inspector Gadget. Tan convenientes.

Paréntesis: Los ejemplos de conveniencia pasan por otros temas y esta semana habría otro, la financiación de Chiquita Brands a los paramilitares, pero ya nos desviaríamos mucho y Mario Duque escribió del tema. Léalo aquí.

Lo cierto es que toda corrupción debería ser condenable, y que los políticos que elijamos deberían no robarnos, ni un poquito. Nada. ¿O acaso no decimos que este país debe ser muy rico que a pesar de que nos han robado tanto sobrevive siempre? Además, lo obvio: si no nos robaran y los recursos fueran bien administrados, podrían invertir en educación, en cultura, en salud…

Al final somos parte de una cadena de conveniencias, de conversaciones oscuras y debajo de la mesa, y también de las corrupciones simples que aceptamos en la vida cotidiana: voto por este porque me conviene o espérate cobro más por este taxi que en la empresa no me piden recibo.

Se nos olvida, sin embargo, que los gobernantes son fundamentales y que su labor es crear mejores sociedades, trabajar por el pueblo que los eligió, y puede que si estamos en una mejor posición económica no nos golpee tanto un gobernante u otro, uno que robe más o menos. El problema está en esa Colombia que no vemos y a la que tanto le cerramos la puerta porque está tan lejos que para qué nos vamos a preocupar.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/monica-quintero/

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