A poco más de un año de las elecciones presidenciales, abundan los candidatos y brillan, por ausencia o precariedad, las propuestas y proyectos de país. Lamentable para la democracia y para los colombianos, sobre todo, cuando la mayoría de esos candidatos no se cansan de repetir que estamos en el momento más crítico del país.
Hoy contamos con más de cincuenta candidatos o precandidatos –que para el efecto es lo mismo– de todas las talantes, ideología y gustos. Aunque la mayoría están en campaña, pocos lo han declarado, pero, que sepa, ninguno de los que aparece en las encuestas lo ha negado. Y faltan algunos por salir y censar.
Saludable para la democracia la cantidad, tal vez, si fueran también de calidad, pero es lo que falta. A algunos no les da ni para ser alcaldes de “la ciudad de hierro”. Caricaturesco y patético, sí, como muchos de ellos. Sobran dedos en las manos de uno para contar los que tienen la estatura de candidatos siquiera; ni qué decir la de presidentes. Que están en su derecho de lanzarse, claro: no se les está negando. Que algunos lo hacen solo para medirse y aspirar luego a otros cargos de elección popular o entrar en el juego de las alianzas y de la feria burocrática, también lo sabemos.
Tan lamentable como la mayoría de candidatos, son sus propuestas, apuestas y proyectos de país, cuando las tiene y exponen. Algunas son simplificaciones vulgares de la realidad, expresadas en forma de eslogan de mercachifles baratos como el 10, 10, 10 de Vicky Dávila (10% de IVA, 10% de impuesto de renta a las empresas y 10% de impuesto a las personas). ¡Una genialidad!, que, acompañada de otras babosadas, que sus asesores, que lo son de Milei o de su línea “libertaria”, le dictan, para convertirla, como Milei, en otro mamarracho, que puede terminar de presidente.
Y hablando de importar modelos, qué tal el de la bukelización del país, que es lo que quieren con un candidato como Miguel Uribe Turbay. Una versión tan goda como la de su abuelo “liberal”, Julio César Turbay, y su inolvidable Estatuto de seguridad, germen de tantas ignominias en este país. ¿Qué pensar de un gobierno, como el de Bukele, cuyo símbolo principal es una cárcel? Que la creatividad y la dignidad las tienen en cautiverio. Y en esa línea de pensamiento tenemos varios candidatos.
Sin embargo, más que propuestas, los candidatos –salvo los de izquierda, por supuesto– son expertos en críticar al gobierno de Petro, muchas de ellas merecidas, pero es llover sobre mojado. En eso se creen únicos y originales. La propuesta se reduce a la crítica y a evitar la continuidad del petrismo. De eso se encargan Petro y sus amigos solos. La única probabilidad está en las estadísticas. Es posible que, gracias a la consabida dificultad del centro para articularse y unirse, pasen a segunda vuelta, si es que la hay, porque no descarto que la derecha gane en primera.
Casi todos se quieren posicionar como los que develaron, combatieron y derrotaron al petrismo y al fantasma castro-chavista de Colombia. Bueno, y una vez lo logren, ¿que sigue?, ¿qué proponen? De eso es lo que hay poco.
Estamos repitiendo a nivel nacional, lo que pasó en Medellín con Quintero, el peor alcalde que ha tenido la ciudad, sin duda. ¿Qué tanto ha mejorado con Fico, repitente y remasterizado, que ganó, más que por votación, por aclamación popular, y al que la mayoría de votantes le firmó un cheque en blanco? Poco o nada, además de acabar con la corrupción de Quintero. Eso es lo mínimo que se esperaba. Los demás problemas estructurales de la ciudad, siguen igual o peor.
La diferencia de Quintero con Petro, es que yo no considero que Petro sea el peor presidente que hemos tenido. Sin embargo, sus detractores piensan así, y, además, que casi todos nuestros males nuestros nacieron con él. ¡Vivíamos en Finlandia!
Los problemas de corrupción, polarización, seguridad y mala gestión han sido de todos los gobiernos, con matices para diferenciar en otro momento y espacio. La bandera anticorrupción la izan todos, hasta los más corruptos. Hay que luchar contra dicho flagelo, pero eso no es un proyecto de país: es una condición mínima que exige lo público y la decencia. La polarización creo que no hay quien no la atice.
Dirán los “estrategas políticos” que es que estamos en campaña y que lo que importa es ganar, y, por eso, darle a Petro da réditos políticos. Que las propuestas no venden. Sí, ya me sé esa perorata, que la amplifican muchos de los que dicen que “como se hace campaña se gobierna”. Una contradicción más. O tal vez no, porque la mayoría de los que critican la falta de gestión de Petro, cuando ganan o han ganado, siguen en campaña, no gobiernan. Por eso solemos elegir al mejor candidato, así siga en campaña y no al que creemos que va ser mejor presidente. ¡Qué despropósito!
No escucho hablar a los candidatos de las dos agendas más determinantes que tiene el mundo hoy: la de la revolución tecnológica o industrial, con la “inteligencia artificial” al frente, y la de la sostenibilidad y el cambio climático. Tampoco de los programas sociales que tiene Petro, algunos de los cuales han funcionado bien, ni de la agenda de reformas propuestas, aun sabiendo que son casi todas necesarias, salvo para descalificar todo. Se pueden criticar las reformas, pero difícilmente su necesidad, que otros gobiernos, por populismo o por subordinación a los intereses privados, no las quisieron hacer.
Ah, eso sí, todos hablan de “construir sobre lo construido”. Yo me niego a creer algún presidente, incluyendo a Petro, hayan hecho todo malo, pero no encuentro reconocimiento alguno a la gestión de éste. En la práctica, a la mayoría, les encanta es destruir sobre lo destruido: lo fácil. Por eso, lo más probable es que el próximo que llegue se va a quedar cuatro años quejándose de Petro, quien a su vez se la pasa quejándose de doscientos años de malos gobiernos derecha.
Las propuestas y los proyectos no garantizan la buena gestión, como lo vemos con Petro. Pero sin proyectos y propuestas claras, concretas y pertinentes es imposible un buen gobierno. Tanto candidato y un déficit tan grande de propuestas lo único que augura es gobierno que seguirá cuatro años en campaña, contra Petro, como pasa en Medellín, donde Fico, más que gobernar, sigue en campaña, contra Quintero y Petro. Por el bien del país de y de todos, quisiera equivocarme.
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