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Esta columna no es sobre Quintero

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Lástima tener que nombrarlo para no hacerlo. Pero esta columna es sobre el derecho a la NO coyuntura. Sobre la importancia de tomar distancia del caos del presente para ganar profundidad o extensión, para entregar frescura en medio de la agitación.

No todos los lideres están llamados a reaccionar sobre el día a día. No todo el que tenga una voz que sea escuchada o leída, está en la obligación moral de pronunciarse sobre lo que ya hablan en el noticiero, los programas de radio y el fatigante Twitter (ahora X).

El derecho a la no coyuntura que defenderé está vez, es también el derecho a la divergencia y una defensa por la riqueza que generan las voces que hablan desde otros horizontes temporales, unos que no escriben ni piensan con fecha en el calendario gregoriano.  Que les da igual si están en marzo o en diciembre y que no tienen su atención puesta en los hechos que se hacen tendencia de un día (máximo una semana).

Ante las urgencias noticiosas refresca quien, esperándose que lo haga, no opina. Con ello ya se está diciendo algo.  En el silencio o en el cambio de conversación radica la posibilidad de no estar anclado al ojo del huracán, por fuera del tiempo actual vive la libertad de pensar con perspectiva y la posibilidad del futuro y de la imaginería.  No hablar o no opinar, es en sí mismo un acto político cuando se hace deliberadamente.

Esta columna, en medio del caos político, es mi manera de decir que, aunque importa lo que el titular de prensa publica, también importa lo que no “da prensa”. El mundo es más lo que se hace sin que sea contado, que lo que unos pocos periodistas o twitteros alcanzar a contar.

Hoy, mientras algunos paralizan sus agendas para atender una crisis política, hay otros que ni se han enterado de que hay una crisis y que probablemente son los artífices y motores de la economía, del pensamiento académico, de los siguientes desarrollos tecnologías, son los creadores de las vacunas que nos ponderemos en el futuro y los observadores pacientes del cielo y las galaxias que nos darán perspectiva como especie.

Mientras unos están llamados al hoy, hay otros convocados al mañana. Por eso no puede pasar que a todos se nos invite a opinar sobre asuntos sobre los que no tenemos control, bien porque no todos tienen el poder de intervenir sobre decisiones o bien porque pudiendo, se puede decidir libremente no hacerlo para poner la energía en otro lugar.

El futuro debe ser atendido por algunos aun en medio de los incendios. Se necesitan personas para pensar qué hacer cuando cese el fuego, para soñar e imaginar la siembra en el terreno quemado. Nadie puede tener tanta energía para estar en todos los lugares, no estamos diseñados para eso. Porque donde se pone la atención se pone la energía y esta, aunque sea abundante, es limitada. No porque sea mucha significa que sea inagotable.  

Si todos los líderes tienen que estar pendientes de lo que pasa a cada instante, nos perderemos de su liderazgo para la construcción de una sociedad que aún no imaginamos. Tiene que haber personas para todo. Pero que unos sean los amos del presente no significa que los imaginadores tengan que seguirlos, y lo mismo a la inversa; los futuristas y amantes de la prospectiva, no tienen que invitar a todos a sus viajes a lo no coyuntural.

La riqueza humana consiste en eso. En la posibilidad de movernos entre el pasado, el presente y el futuro.

Por eso esta columna no es sobre nada en concreto, no es una opinión brillante ni un análisis político importante. Es simplemente ejercer el derecho a la No coyuntura.

Es mi derecho democrático y constitucional a la expresión, aunque esta se manifieste en el silencio entre paréntesis, que ES una expresión.

No hablaré con fuerza, ni aquí ni en ningún lugar sobre este primero de octubre del dos mil veintitrés, no por indolente ni cobarde, sino porque mi atención está puesta en otro lugar, uno que no recordará este día.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/juana-botero/

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