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Pasan muchas cosas bajo tierra mientras la superficie aparenta quietud. Y, de pronto, un día, se asoma la ramita que será un árbol o se cae un edificio. Tras semanas de verano, intuyendo la llegada de las primeras lluvias, aboné mi jardín. Esa noche esperaba agua, pero no llovió. La mañana siguiente me levanté rodeada de hojas amarillas y pensé, por dios, ¿qué puede pasar en una noche?

En esta pasada noche quedó atrás la posibilidad de volver a vivir un 28 de septiembre de 2023. En una noche no se tiene más a la madre. Nace o se muere un bebé. Se amanece en un nuevo país. Se renuncia a un trabajo. Se acaba un sueño. Llegan los pájaros del norte. Abre la primera flor de la primavera. Se es consciente por primera vez de una enfermedad. Se deja a la persona que se ama. Se toma la decisión de arriesgarlo todo por una pasión. Se conoce la soledad. Se sueña por primera vez con algo distinto. Se perdona. Un abuelo vuelve a olvidarse de quien es. Se acaban las ganas de vivir. En una noche sentimos tanto, que al amanecer siguiente somos otros.

En una noche Ucrania pasó a ser un país en guerra. En una noche decenas de miles de personas lo perdieron todo, hasta la vida, en un terremoto en Turquía, en Siria, en Marruecos, en una explosión en Líbano o un diluvio en Libia. En una noche el presidente de Estados Unidos pasó a ser Donald Trump. En una noche el Reino Unido dejó de hacer parte del proyecto europeo. Se votó no a un referendo por la paz en esa Colombia acostumbrada a la guerra. En una noche puede dejarse de creer en todo, adquirir la conciencia de que lo impensable puede pasar.

Vivimos y a veces parece que los días son iguales. Pero nunca son los mismos, todo se mueve bajo tierra y, una mañana que podría ser cualquiera, la transformación se hace visible y esa vida es otra vida.

En una escena de El cuaderno dorado, de Doris Lessing, un personaje le dispara a un pichón y, cuando lo ve herido, sufriendo, se queda quieto, espera en silencio, sin hacer nada, hasta que muere el pichón. En ese instante confiesa que no hubiera sido capaz de ‘torcerle el cuello’. Porque es fácil hacer daño de lejos, cuando no se huele la sangre ni se mira a los ojos del dañado. En una sola noche se puede hacer tanto daño a alguien, al punto de exprimir sus últimas ganas de vivir.

Nunca es solo esta vez. Para tantas cosas una sola vez basta y una sola vez es irreversible. Una sola vez, en esa precisa noche, puede ser el último paso hacia el abismo.

Veía hace unos días al candidato argentino Milei volear una motosierra prendida con los ojos desorbitados frente a sus seguidores enloquecidos. Ese podría ser el próximo presidente del país de Borges. Los tiempos cambian y a veces parece que van hacia atrás. En un relato de El libro de arena Borges describe un encuentro entre su yo joven y su yo viejo, en el que el segundo le cuenta al primero que cuando tenga esa edad habrá dejado de ver.

Quién sabe qué haría el joven con el conocimiento anticipado de su futura ceguera. Ojalá tuviéramos quién nos advirtiera certeramente acerca de lo que viene, de lo que pasará esta noche, que puede ser la definitiva. O tal vez no, porque quién querría seguir viviendo con la certeza de que tal vez todo no vaya a ser mejor.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/catalina-franco-r/

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