La revolución francesa no solo nos dejó los conceptos políticos de derecha e izquierda, la Declaración de los derechos del hombre y el ciudadano y la Marsellesa, por mencionar algunos, también nos sirve como ejemplo de la maraña de intereses, poderes, personajes, matices, eventos fortuitos y coincidencias que se mezclan en el desarrollo de los grandes acontecimientos históricos y que suelen verse o utilizarse de manera lineal, compacta, lógica como si fueran inevitables y casi providenciales.
Para algunos sectores republicanos la toma de la Bastilla y la revolución de 1789 son el ejemplo del triunfo del progresismo, la democracia, los derechos humanos y de las ideas de los pensadores la ilustración sobre la opresión, la monarquía y el feudalismo. Para el pensamiento de derecha, inicialmente expresado por el filósofo y estadista angloirlandés Edmund Burke en 1790, la revolución y su ataque frontal a la religión y a la monarquía y sus instituciones desembocarían inevitablemente en el caos, el terror y la dictadura.
Ambas interpretaciones tienen algo de verdad. La revolución francesa efectivamente puso en movimiento procesos de democratización del poder político y cimentó el reconocimiento de los que hoy conocemos como derechos fundamentales, pero también desembocó en el régimen del terror, en la dictadura y el imperio napoleónico. Más que un significado único o unívoco el estudio de los grandes acontecimientos de la historia nos permite develar los matices, las situaciones fortuitas y los complejos personajes que impulsaron los eventos y propiciaron los titulares.
Empecemos cuestionando el mito fundacional de la revolución. La toma de la Bastilla el 14 de julio de 1789 se ha descrito como la muestra del poder popular sobre la monarquía. La prisión más salvaje del régimen es atacada por “el pueblo” con el fin de liberar a los miles de prisioneros encerrados en sus oscuras mazmorras. Lo cierto es que su función principal era la de bodega de pólvora y pertrechos de guerra y, para la fecha del evento, solo se encontraban recluidos 7 prisioneros (4 falsificadores de moneda, un “lunático” irlandés, un joven aristocrático enviado allá por su familia y un conspirador contra Luis XV que llevaba 30 años detenido). El objetivo del grupo que la invadió, compuesto por sans culottes y militares leales a la Asamblea Nacional Constituyente, luego de que el militar realista encargado, De Launay, se rindiera y abriera el puente colgante, era hacerse a los materiales de guerra. Más que una gran batalla por la libertad fue una escaramuza menor con unos resultados tácticos importantes.
Uno de los personajes más interesantes de la revolución es el ahora ícono del feminismo Olimpia de Gouges. Dramaturga, panfletista, filósofa y activista política esta mujer de provincia logró abrirse un espacio en los salones de debate y agitación parisinos y estar en el centro de los acontecimientos de la revolución. Sus obras de teatro tocaban temas como el papel de la mujer en la sociedad, los derechos de los niños y la abolición de la esclavitud. Su ímpetu revolucionario, no obstante, fue cayendo cuando se dio cuenta de que el discurso de la igualdad de derechos de las pomposas publicaciones y las elevadas proclamas en plaza pública excluían a las mujeres. Mucha gente se acuerda de su texto Derechos de la mujer y la ciudadana de 1891, pero muy pocos saben que, coherente a su filosofía humanista y sabedora de que se iba a echar encima a los jacobinos y a buena parte de la opinión pública, Olimpia votó en contra de aplicar la pena de muerte al Rey Luis XVI.
Se piensa que la sentencia de muerte del rey es fruto de una votación unánime o de una mayoría apabullante de la Convención, pero lo cierto es que la iniciativa pasó por un solo voto con una mayoría simple. Ese voto pudo haber sido el del primo hermano del rey, Luis Felipe, Duque de Orleans, o como se hacía llamar desde 1792, Felipe Igualdad (Phillipe Egalité), uno de los hombres más ricos de Francia. Este personaje, colorido y muy interesante, era crítico de la institución monárquica francesa (creía en la monarquía constitucional al estilo Reino Unido) y era distante a su primo y, sobre todo, a la reina María Antonieta. Financiador de la revolución y gran polemista, Felipe Igualdad había anunciado que votaría por el destierro de su primo, pero en el calor de la votación, que duro 13 horas, y rodeado de los extremistas jacobinos, anunció su voto positivo y decapitó la monarquía.
Uno de los mensajes centrales de la revolución francesa es que, a pesar de los discursos de igualdad, fraternidad y libertad y de los extensos tratados de derechos, cuando una sociedad decide cortar de tajo con todas las ataduras que la sostienen sin antes tener unos acuerdos mínimos de reemplazo, lo que sigue es el terror. Sin reglas de juego, sin instituciones, sin responsabilidades y competencias, la nación y la vida de sus ciudadanos quedan en manos del capricho, el miedo o la obsesión del más fuerte de turno. Olimpia de Gouge, Felipe Igualdad, Dantón, Desmoulins, Robespierre, Brisot, Sant Just, Hébert, Couton y cerca de 80 asambleístas más de todos los sectores y posiciones políticas perdieron su cabeza bajo la cuchilla “más humana” del Dr. Guillotín. En total se calcula que 16,000 ciudadanos(as) murieron bajo la guillotina y otros 20,000 en masacres y ejecuciones extrajudiciales. Todos en nombre de la libertad.
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