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Daniel Palacio

Empresas inútiles

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Dentro de la geopolítica de los “hombres fuertes” es normal cometer errores, convencido de tener más fuerza de la que efectivamente se tiene, y subestimando la magnitud del problema. Todo gran desastre comienza con la equivocación de un ingenuo envalentonado.

Pues 2022 ya nos ha dado un magnífico ejemplo de exceso de ambición. El planeta ve con sorpresa las dificultades del ejército ruso en Ucrania, y las autocracias toman nota. El caso de China es el más diciente.

Luego del decepcionante desempeño del ejército ruso en la toma de Ucrania, muchos se preguntan cómo hará China para tomar Taiwán. Primero, a Taipei no se puede llegar por tierra, y la operación anfibia necesaria para tomar la isla de Formosa se enfrenta a la realidad de que el ejército defensor cuenta con armamento defensivo muy superior al que tienen los ucranianos. Si los rusos fracasaron en tomar Kiev, los chinos van a tener problemas muy parecidos. No significa que el gobierno chino quiera desistir de tan descabellada iniciativa, ni será la última cosa inalcanzable que busquen.

Pero tomarse un territorio hostil, motivado a pelear a muerte, y con el potencial de dañar la relación comercial con casi todos los socios importantes es solo una de las malas empresas que deciden iniciar los hombres fuertes.

También está la política de “cero COVID”.

Recordamos cómo al inicio de la pandemia China brilló por sus fulgurantes logros conteniendo la expansión del COVID. La capacidad de imponer confinamientos excepcionalmente duros, y una campaña de vacunación acelerada dieron la sensación de que el país del medio había pasado la página sin muchos problemas. Pero la realidad es muy diferente.

Primero, el nacionalismo chino impidió acudir a vacunas occidentales, de mayor eficacia. Por otro lado, una parte importante de la población china, especialmente los mayores, sigue sin vacunarse. Peor aún, el virus ha seguido reproduciéndose y mutando en el resto del planeta, por lo que la población local no tiene mucha inmunidad nativa, y lo que en otras partes del mundo se ha vuelto un resfriado, para China todavía tiene un gran potencial de disrupción.

Mientras el resto del planeta ha venido declarando el inicio de la etapa endémica del COVID, China todavía tiene problemas con los puertos y el movimiento de camiones. El confinamiento de Shanghái, que ha pasado a la historia como uno de los más agresivos y severos de toda la pandemia, es seguido por el de Beijing, donde la población local se prepara a conseguir alimentos y demás suministros, si es que no pueden salir de la ciudad y escapar al infierno que se anuncia. Los habitantes de Shanghái y Beijing han hecho incluso algo que los mismos chinos no suelen hacer: criticar a su gobierno.

De aquí se desprende lo llamativo de la política de los hombres fuertes: no le sirven a los que se sacrifican, y los costos son prohibitivamente altos. Tanto en Ucrania, donde al pueblo ruso no le sirve la invasión de Putin y los costos de la intervención son catastróficos, como en China, donde la población está hastiada buscando un resultado epidemiológico que ningún experto serio haya mencionado como “indispensable”, se despilfarran recursos en empresas que poco retornan a los ciudadanos.

El caso de Xi Jinping y su obsesión con tener cero COVID muestra bien el problema de gobernar para exhibir fuerza, y no para obtener resultados factibles. Un gobernante pragmático debería buscar disminuir las víctimas al tiempo que minimiza el impacto sobre la economía y la calidad de vida de las personas. En un sistema como el chino, la felicidad de la gente es una cosa prescindible si se trata de humillar a los rivales del país. En un sentido estricto, el “cero COVID” no les ayuda de nada.

Es una lástima que en nombre del nacionalismo se persigan proyectos que no sirven para nada a los ciudadanos que supuestamente benefician. En el siglo XXI las cosas siguen dadas para que estos proyectos sigan causando un máximo de daño.

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