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Todas las mañanas, cuando Elena (mi hija) se despierta, dice: «¡Buenas Noches!». Entiende muy bien que es de día porque me sacude y dice: «Mira, papá, ya salió el sol», y efectivamente, el sol ha salido. Su lógica me tiene atrapado. El juego para salir del baño es convertirse en algún animal, a veces un mono, a veces un lobo, otras veces, un dinosaurio gigante que cabe en mis brazos. Para ella, todos los animales son azules y la pijama es su ropa favorita.

Simone Weil dijo alguna vez que «no conceder atención a la belleza del mundo es quizás un crimen de ingratitud tan grande que merece el castigo de la desdicha». Y por eso Elena y la mayoría de las niñas y niños de su edad son felices y viven en gracia, pues permanentemente encuentran la belleza y la magia en toda situación y en todo momento. Sus mentes están abiertas y curiosas, abiertas a la posibilidad y al juego. Son grandes sabios y excelentes filósofos sin saberlo, son Aprendívoros por naturaleza, para utilizar el término del último libro de Santiago Beruete.

¿Cómo hacer para que mi mundo y mis ideas no opaquen la curiosidad de Elena? ¿Cómo educarla, o mejor dicho, cultivarla para que no pierda la capacidad de asombro, pueda pensar por sí misma con espontaneidad y libertad absoluta? ¿Cómo potenciar su magia y su gracia para siempre? No tengo la respuesta, al contrario, tengo dudas y más miedos que certezas. Para intentar responder estas preguntas y darme consuelo, algunos libros me han servido de apoyo, pero sé que estoy solo en este viaje: en el de ser un mejor ser humano, intentar ser un buen padre y un buen guía para ella.

Tuve la posibilidad de conocer a Santiago Beruete ayer, a través de una videollamada, donde fui invitado de última hora. He leído sus libros «Jardinosofía», «Verdolatría» y «Aprendívoros», todos sus textos señalan y reclaman la necesidad humana de volver al encuentro con la naturaleza, de vivir según las leyes de los árboles y las plantas, de vivir según la inteligencia vegetal. Beruete es un moderno exponente en nuestra lengua del Nature Writing,  que tiene importantes representantes como Thoreau o Emerson.

En «Aprendívoros», la educación y la curiosidad son el tema central, cómo educar sin adoctrinar, cómo inspirar y no cortar alas, cómo recuperar el gozo de aprender y formar seres humanos seguros de sí mismos, capaces de interrogar y cuestionar lo que ven y lo que aprenden. Es un libro donde la gran maestra es la naturaleza y los árboles son sus mejores estudiantes.

Por ahora, intentaré cultivar en Elena el hábito de dudar, seguiré sus juegos y le diré «buenas noches» al despertar. Dejaré que ella me enseñe, y no al revés. Seguiré desaprendiendo para intentar estar al nivel de su mundo y sus necesidades. Dejaré que siga siendo Elena.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/juanes-restrepo-castro/

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