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Mis recuerdos más lejanos empiezan con música y, particularmente, con él. El niño está organizando los cojines de la sala de manera que queden uno sobre otros, haciendo una especie de escalera de dos o tres peldaños. La tela de los cojines es de cuadros. Entonces ni son cojines ni es una escalera, ni son cuadros. Ahora todo eso es un piano.

Ese niño es mi hermano mayor. El único hermano. Crecí viéndolo crecer, dándome cuenta de su vida más que de la mía, porque ser testigo da más perspectiva, le permite al que mira darse cuenta de sucesos que el mirado, a veces, no alcanza a comprender. El niño es talento puro.

Su oído para mí es un misterio. Si en mí estaban los ojos curiosos; en él el oído preciso. El niño está en clases de música; el profesor llega hasta la casa y el tiempo se alarga: suena el teclado. Pero el profesor sabe que el alumno no está leyendo, está “tocando de oído”. En la noche, el niño se descompone con los ruidos, el oído es sensible. Luego, es capaz de hacer que los tenedores y las cucharas suenen con ritmo.

En la fiesta familiar el papá, muy entusiasmado, llegó con un tiple. Él, que ya no es el niño, de buenas a primeras coge el instrumento y convierte la madera y las cuerdas en un leve bambuquito. Todos en silencio, hay un maestro está en la sala.

Muchos años después, cuando llegábamos juntos a BoleroBar, lo que más me conmovía era, precisamente el saludo: ¡Maestro! Él, en la sobriedad que lo define, medio se achantaba, sonreía. El niño es un maestro, aunque no se lo propuso así. A mí, me enseña, aún, que para disfrutar de los sonidos es necesario el silencio, el recogimiento. De él, también aprendí que los colores vibran, que la luz lo determina todo; que la perspectiva nos cambia la realidad.

No le gusta llamar la atención, pero su presencia, acompañada por el piano o la guitarra son contundentes, llenan todo. Es el maestro que sigue aprendiendo. Es quien aún hoy, adulto, indaga, busca, se mantiene vigilante para que la vida de todos sea cada vez más serena. Es mi refugio y fuente de sensatez. Es armonía.

El niño hoy está cumpliendo 43 años. Hoy celebramos, porque la vida, que a veces se pone oscura, hoy está llena de sonido y de color. 

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/maria-antonia-rincon/

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