El año pasado, el presidente de la AngloGold Ashanti en Colombia dijo en un video promocional que el proyecto minero de cobre Quebradona no era solo una mina, sino el comienzo de un distrito minero de enormes proporciones en el Suroeste Antioqueño, cuya fase inicial entre 2025 y 2047 apenas explotaría el 20% del yacimiento. Quebradona sería entonces el proyecto inicial detrás del cual vendrían más proyectos de megaminería en la región. Sin embargo, las deficiencias del estudio de impacto ambiental presentado por este proyecto llevaron a la ANLA a archivarlo el lunes de esta semana.

La AngloGold Ashanti (AGA) es una multinacional con una oscura reputación a nivel internacional, siendo calificada en el 2010 por Greenpeace como la peor empresa a nivel mundial para el ambiente, por la contaminación de la tierra que generó su actividad. Aquí, cuatro consecuencias nefastas que acarreaba su proyecto:

  1. La reducción de afluentes del Rio Cauca: cuyas aguas podrían secarse al filtrarse a través de la fractura de la roca causada por los explosivos y por la explotación minera. Según un estudio realizado por múltiples organizaciones y publicado por Comfama, el proyecto afectaría seriamente las aguas subterráneas y arriesgaría a causar una reducción de hasta el 98% del caudal de algunas fuentes hídricas. La afectación de las aguas tendría graves efectos en los ecosistemas, comprometiendo su supervivencia, desarrollo y regeneración natural, y poniendo en peligro de desaparición de entre el 35% y el 67% de la fauna en la región (mamíferos, aves, anfibios y reptiles).
  2. La Contaminación Sonora: se preveía que la mina funcionara 24 horas al día, 365 días al año, lo que implica una contaminación permanente por el ruido de las explosiones, la maquinaria, etc. Para ilustrarlo con un ejemplo, sería como vivir con el ruido de una construcción, todo el día, todos los días, durante más de 20 años. Aparte de la afectación a las comunidades, el ruido incesante ahuyentaría de manera permanente a la fauna, fragmentando el corredor biológico de muchas especies de anfibios, aves, reptiles y mamíferos como el Titi gris, desequilibrando el ecosistema e interrumpiendo el proceso de regeneración del bosque nativo, lo que ocasionaría una pérdida de biodiversidad.
  3. Los residuos del proceso minero: la AGA propuso un “depósito de relaves”, en el que diariamente se verterían toneladas y toneladas de arena húmeda y roca molida a 2 km del Rio Cauca. Este depósito abarcaría por lo menos 160 hectáreas (casi 150 canchas de fútbol) y tendría una altura de 218 metros, esto es, una montaña de desechos de la altura de la piedra del Peñol al lado del rio. Esto afectaría el paisaje de la región y generaría un riesgo de contaminación de las aguas del Cauca, toda vez que para extraer el cobre, la AGA proponía usar 7 químicos que quedarían en los relaves o desechos de la mina, sustancias que al lavarse con la lluvia serían arrastradas al rio por escorrentía.
  4. El impacto social del proyecto: históricamente el Suroeste Antioqueño ha tenido una vocación agraria, que tuvo su auge a mediados del siglo pasado con vastos cultivos de café con sombrío y una enorme producción agrícola, que se vino abajo por la violencia, como narra Héctor Abad en su novela “La oculta”. La explotación del proyecto Quebradona impactaría negativamente el potencial turístico de la región y cambiaría su vocación productiva agrícola, conservada durante siglos. Las personas cambiarían entonces sus actividades en torno al agro y al turismo por actividades mineras. Sin embargo, los recursos de la mina son finitos, y una vez agotados la empresa se iría, dejando a las personas sin el conocimiento y sin el agua para volver a cultivar la tierra. Por otra parte, el proyecto acarrearía el riesgo de atraer la minería ilegal, en el estudio mencionado se señala cómo las 890.000 onzas de oro no explotadas por el proyecto (que posiblemente quedarían en la zona de relaves) son una riqueza invaluable para los grupos criminales, que podrían migrar de otros territorios al Suroeste, generando presiones por la tierra vecina a la mina, y forzando a los campesinos a vender sus predios.

Si bien es cierto que el Suroeste tiene grandes retos en materia de educación, salud, infraestructura y más, también lo es que el precio a pagar para superarlos no puede ser la imposición de otra vocación productiva y la destrucción de sus ecosistemas. La obtención de lo que hay en el subsuelo no puede implicar la destrucción de lo que hay en la superficie. ¿Vale más la veta de cobre que el hábitat del oso de anteojos? ¿Vale más que los ríos o que los saberes de la gente?

Un estudio publicado por el diario La República en 2020, muestra cómo en Antioquia los municipios agrícolas viven mejor que los mineros, comparando el índice de necesidades básicas insatisfechas del DANE en municipios mineros como Zaragoza (45.6%), Buriticá (28.9%) y Segovia (23.1%); con el de municipios de tradición agrícola dedicados no solo a cultivos y ganadería sino también al ecoturismo como Támesis (12.3%), Jardín (9.6%), Jericó (8.8%) y Valparaíso (8.7%).

El Suroeste Antioqueño es una región con un enorme potencial de desarrollo económico basado en el agro y en el turismo. La naturaleza ha sido generosa con estos valles encaramados en la cordillera de los Andes, surcados por grandes ríos como el Cauca y el Cartama. Además de sus montañas y sus majestuosos paisajes, hay pueblos del Suroeste como Jericó que cuentan con atractivos para turistas religiosos como la casa de la Santa Madre Laura Montoya -de quien mi bisabuela Jericoana doña Teresa Montoya se preciaba ser prima-.

En conclusión, el debate sobre Quebradona es un debate sobre el destino de la región para el próximo siglo, debate en el que es imperativo defender este territorio y todas las formas de vida que lo habitan. El Suroeste Antioqueño no servirá como experimento de buena voluntad de una empresa con un historial lleno de «equivocaciones».

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