El nivel de la oposición

El nivel de la oposición

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Por: Daniel Carvalho*

En los corrillos donde se discute sobre la cosa política (oficiales e informales, presenciales y digitales) hace carrera la afirmación según la cual la oposición al gobierno es bruta, violenta y medieval. Esta afirmación me parece injusta y creo que revela una tendencia peligrosa, asociada a la política del espectáculo: tanto para los medios de comunicación como para los usuarios de redes sociales el ejercicio de oposición sólo es atractivo cuando es escandaloso, vulgar o polémico. La argumentación respetuosa no genera likes ni es tendencia. La oposición racional y el lenguaje moderado hacen bostezar a los algoritmos. El documento riguroso y la explicación sensata no inspiran a quienes escriben los titulares porque no generan click.

En búsqueda de la noticia vistosa, del tuit viral y de la indignación fácil, los medios y las redes prefieren lo simple a lo complejo, por eso destacan la disputa aireada antes que el debate sensato. Los favorecidos por esta programación del algoritmo son los extremos, los radicales, los irracionales: quienes se confortan en sus sesgos y prejuicios para confirmarnos que todo aquel que no piense como ellos es ignorante, insensible y merecedor del insulto. Ven el mundo en blanco y negro, les encanta y nos quieren hacer creer que todos formamos parte de un extremo.

Ante la ausencia de un gran líder de la oposición, la política del espectáculo visibiliza a los políticos más agresivos, a quienes usan la palabra como un arma de grueso calibre. Pululan entonces los comentarios violentos, colmados de likes e interacciones, que alimentan el círculo vicioso de la irracionalidad y el irrespeto. Mientras el debate serio, con argumentos elaborados y reflexiones, se ahoga entre la indiferencia de un público ansioso de pelea, de “hate”, de “cringe”.

Cabe preguntarse por qué esperamos a un “gran líder” de oposición, por qué nuestra eterna necesidad de un caudillo que nos diga qué hacer y que asuma en sus hombros la responsabilidad de los deseos y miedos de sus súbditos. ¿Es cobardía o mediocridad? De la oposición al gobierno del presidente Petro en el Congreso no espero insultos, profecías calamitosas o llamados golpistas; sino análisis, argumentos, magnanimidad, contrapropuestas, pero sobre todo consciencia del momento histórico que vivimos y responsabilidad política con una sociedad donde se odia con facilidad.

En ese sentido debo reconocer que hay opositores de gran calidad humana y altura política en la Cámara de Representantes. Aunque a menudo esté en desacuerdo con ellos, no se puede desconocer el rigor y el conocimiento de congresistas de oposición como Óscar Darío Pérez, Juan Espinal o Hernán Cadavid; ojalá que la prensa y los ciudadanos les prestaran más atención a ellos y menos a los polos y cabales, quienes gozan al ver cómo todos mordemos, a diario, sus anzuelos.

Igualmente vale la pena destacar la labor de congresistas que, sin haberse declarado en oposición al actual gobierno, mantienen una posición vigilante y crítica, sin dejar de expresar sus desacuerdos cuando lo consideran pertinente. Pongo como ejemplo a tres congresistas que se destacan en la Cámara por la calidad de sus argumentos: desde una posición política de independencia, Jennifer Pedraza ha demostrado sensatez, conocimiento, respeto, capacidad de concertación y valentía para señalar errores o incoherencias por parte del gobierno o de la bancada de oposición. Desde la propia coalición de partidos de gobierno, las representantes Katherine Miranda y Cathy Juvinao han entendido que el apoyo a un gobernante no representa un cheque en blanco y que respaldar el cambio significa garantizar que éste sea responsable y respetuoso de la ley y las instituciones. A las tres las atacan por no doblegarse ante el poder presidencial ni ante el Gran Hermano de las redes sociales. Yo las admiro y quiero aplaudirlas por su fortaleza y sus convicciones.

Considero que hay altura en el pensamiento de importantes representantes de la oposición, así como los hay en la bancada de gobierno, el problema es que centramos nuestra atención en el fango viral de los mediocres. Estamos dominados por la tiranía de un algoritmo que han sabido programar para que prestemos atención a los polos generadores de odio y no a quienes, con altura y, también desde la oposición, contribuyen a nuestra democracia.

*Representante a la Cámara de Colombia. Columnista invitado en No Apto.

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