El miedo es… no recuerdas el libro. Pensaste que estaba en Los papeles de Miguela de Jairo Aníbal Niño, y no. Decía algo como miedo, suelte a ese niño.
Le tenés miedo a perder la memoria.
En Preguntario, sin embargo, el mismo Jairo Aníbal escribió: ¿Miedo? El sueño es un niño que tiembla de miedo porque cree que debajo de la cama vive una taza de café.
Sos una niña que tiembla de miedo, pero no sabés qué hay debajo de la cama.
El miedo es no poder volver a la casa de allá, que ya por fin tiene tu olor y tus cosas, que sientes tuya. Pero es también no poder volver a tu casa de acá, donde está la mamá y el gato, que es la casa de toda la vida. No poder ir o no poder volver, eso es el miedo.
El miedo es no poder decir. O que lo digas y alguien crea que es incorrecto y te sancionen, que es tan parecido a que te manden a callar. Que no puedas.
No puedas qué, pregunta.
Pero no puedes usar esa palabra ni la otra ni esa tampoco.
El miedo es quedarse callado, porque lo que no se dice puede causar un caos adentro, un agujero negro interno. Y, sin embargo, callas para mantener el statu quo personal, que la decisión que tomaste pueda sostenerse en el tiempo.
Qué tanto hay que sacrificar para poder escribir.
Pero no se entiende, van a decir.
Quién entiende el terror, vas a decir.
El otro día abriste la ventana y sobre la malla había un abejorro y lo que hiciste fue cerrar la ventana, te tomó un segundo. Tu intención era que saliera, pero el abejorro quedó atrapado, espichado. Escuchabas el zumbido, la agonía, pero te alejaste de la ventana por incapacidad. Regresaste dos horas después, con regret, y lo volviste a escuchar.
No se ha muerto, lleva dos horas ahí muriendo, sin morir, y vos sentís su terrible sufrimiento y no sos capaz de abrir la ventana porque si está vivo ahora será una pelea a muerte: querrá vengarse.
El abejorro estaba atrapado.
Vos también.
Atrapada en este silencio.
No podés speak your mind.
Es el miedo de que nada salga como lo planeaste. No depende de vos.
El mundo depende de un montón de señores.
Y eso que tus miedos no son comparables.
Pero es que no sos diferente, sos igual de individualista: el mundo es tu pequeño mundo.
Vos, como El Principito, sentada en tu asteroide viendo el amanecer, cuidando tu rosa.
Qué importan el resto de planetas, de asteroides.
Los muertos duelen por cercanía.
Tenés miedo de la muerte.
Por las noches sueñas que el gato se muere, que no vas a alcanzar a llegar, a verlo por última vez.
El gato es una metáfora.
Le pedís a la muerte que no se vaya a equivocar esta vez: el que está listo para morir es el abuelo que tiene 98 años y está cansado. Ayer ni siquiera tenía fuerzas para caminar.
Debajo de las cobijas nada se escucha: ni las quejas por el presidente ni la pelea que se está armando —y que te da pavor, tu casa, esta casa— ni el exceso de noticias y opiniones de que se acaba el país y el mundo, del hambre, de la economía, de que todo está mal.
Un abismo.
Qué es el miedo.
Es el desencanto. Este mundo desencantador.
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