El ingeniero del Pos-Uribismo y el Pos-Petrismo

El ingeniero del Pos-Uribismo y el Pos-Petrismo

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La gran sorpresa de estas elecciones es, definitivamente, el fenómeno del ingeniero y tiktoker Rodolfo Hernández. A pesar de no haber participado en alguna de las consultas presidenciales -lo cual lo sacó del panorama político por un buen tiempo-, logró colarse en la segunda vuelta presidencial sin el apoyo de grandes maquinarias, grupos políticos o, incluso, un debate alrededor de las emociones positivas o negativas que podría generar su candidatura. Hoy es el contendor de Gustavo Petro y muy posiblemente, el próximo Presidente de Colombia. Nadie lo vio venir, pero su mera presencia pone en jaque el debate que ha marcado la agenda política del país en los últimos años: la polarización entre el Petrismo y el Uribismo.

Aunque Gustavo Petro alcanzó una votación, a todas luces, histórica para la izquierda del país, esta no será suficiente para ganar la Presidencia de Colombia en la segunda vuelta. Necesitará superar lo más de 11 millones de votos que tendrá el Ingeniero Rodolfo Hernández cuando sume sus casi seis millones de votos en primera vuelta con los de más de cinco millones de votos que sacó Federico Gutiérrez representando la derecha del país y algunos partidos tradicionales. Todos estos votos, sin duda, más que “Rodolfistas” serán Anti-Petristas.

A diferencia de Rodolfo Hernández, que podrá sumar más y más apoyos enarbolando el miedo que gran parte de la población Colombiana le tiene a Petro, el Pacto Histórico no tiene muchas opciones para sumar a sus toldas en la segunda vuelta presidencial más allá de algunos apoyos individuales que no tendrán mucho impacto en la votación final. Petro genera más temor que esperanza en los Colombianos y su constante maltrato a sus antiguos contendores le impedirá que estos se sumen felices a su proyecto. Petro ha sido víctima de su arrogancia, odio e irresponsabilidad programática. Colombia, en definitiva, quiere un cambio, pero ya le dijo a Petro -otra vez- que no quiere que el cambio sea bajo su liderazgo ni como él lo concibe.

Y es que la derrota de Federico Gutiérrez es la confirmación de lo que ya muchos vaticinaban: el fin de la era política del Uribismo. Ya los resultados en las elecciones legislativas habían dado el primer estocado, pero los resultados en primera vuelta fueron el estocado final de una tendencia política que marcó la agenda del país los últimos 20 años. Federico, a pesar de ser un candidato fácilmente vendible, quien se mostró como el único capaz de derrotar al imbatible Petro dados los resultados de las consultas de marzo y quien, rápidamente, sumó apoyos de partidos políticos tradicionales, no pudo zafarse del lastre que lleva consigo la etiqueta de uribista en el momento del pos-uribismo.

Aquí es donde el fenómeno Rodolfo Hernández toma importancia. Él supo canalizar el sentimiento de cambio de los colombianos sin traer consigo la incertidumbre y miedo que genera la propuesta de cambio de Gustavo Petro. Entendió que sus medios no debían ser son los medios tradicionales en los que se hacen las campañas y que la indignación es un sentimiento altamente movilizador. Esos seis millones de votos del ingeniero le dieron un mandato que, según sus primeras declaraciones, piensa cumplir hasta el final: ni con Petro, ni con Uribe. Hoy tiene la libertad de rechazar al uribismo y aun recibir sus votos antipetristas y, por ahí derecho, conservar el voto anti-político que ha venido cultivando desde los inicios de su campaña evitando aceptar apoyos de los representantes de la política que él propone superar. Si gana la presidencia en la segunda vuelta, estaríamos adportas del pos-uribismo y el pos-petrismo, objetivo trazado por el centro político y que este, claramente, no supo ejecutar.

Y, aunque en ese escenario Petro volvería a ser el líder de una bancada grande en el Congreso, dudo que su movimiento lo piense como candidato a la presidencia en el 2026. Esto sería desatinado, pero también estratégicamente torpe. La próxima persona que quiera recoger sus banderas tendría que aprender de sus fallidas candidaturas, generar más confianza que la que provoca su figura y tener la misma fuerza y capacidad inspiradora para representar sus ideas. Así como se acaba el uribismo como lo conocemos y las derechas del país tendrán que reinventar su formas, sus ideas y su estética para renovarse y soñar con gobernar de nuevo, el petrismo tendrá que recoger los aprendizajes de un casi que no pasó y hacer de esto una nueva izquierda con figuras que generen más confianza que miedo. Este sería el inicio de un pos-uribismo y un pos-petrismo gracias al fenómeno peligrosamente impredecible de un tiktoker en el poder.

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