Escuchar artículo
|
«En el largo plazo, todos estaremos muertos». Esa fue una de las frases más célebres de John Maynard Keynes, conocido por muchos como el padre de la macroeconomía.
Keynes tenía una visión centrada en el corto plazo. Para él, el crecimiento económico era resultado de los esfuerzos inmediatos, y la política económica debía aplicarse hoy; si lograba mejorar el presente, mejoraría el futuro.
Aunque no estaba del todo en lo cierto, sus argumentos tenían peso. Fue el primero en proponer el gasto público como medida para sacar a una economía de la crisis. Lo decepcionante es que, olvidó el pequeño detalle de que el gasto se paga con impuestos, lo cual puede generar fuertes afectaciones en la sociedad.
Keynes dejó profundas repercusiones en la economía. Una de ellas es la idea de que enfocarse en el largo plazo podía ser una pérdida de tiempo, dado que, en el futuro, lo único seguro es la muerte.
Sin embargo, todos sabemos que hoy estamos en el «largo plazo» de Keynes y de muchos políticos, y que nuestro corto plazo actual avanza tan rápido que pronto nos llevará a nuestro propio largo plazo.
¿Para qué todo este preámbulo? Para recordar que los problemas de hoy no se eliminan con magia. Las deudas actuales, si se posponen y no se asumen con responsabilidad, se convierten en los impagos de mañana.
Un ejemplo de esto es el metro de Medellín. ¿Qué pasó el lunes? ¿Un accidente? ¿Nuestro metro colapsó por unas horas a causa de un fallo, y fue un caso aislado? ¿Los demás casos de fallas en el sistemas, han sido casos aliados? La realidad es que algo está sucediendo con nuestro preciado sistema de transporte: requiere inversión, mantenimiento, necesita sostenerse a largo plazo.
Cuando todo es nuevo, generalmente funciona bien, pero con el tiempo se deprecia y se desgasta. Aunque las inversiones iniciales son las más altas, resultan ser solo una parte de lo necesario para mantener todo funcionando correctamente.
¿Qué ocurre si se nos acaba el dinero para sostener las inversiones? ¿Si no podemos mantener lo que adquirimos en el pasado? Por lo general, se daña, se deteriora, empieza a fallar, y aunque hayamos gastado una inmensa cantidad de dinero, puede perderse en el futuro porque nada dura para siempre.
El corto plazo no es eterno. En las sociedades y en la economía, es más difícil mantener las cosas buenas funcionando bien que las malas funcionando mal. Es más sencillo que algo se dañe por mal uso, que repararlo.
Siempre, el futuro—como si tuviéramos una bola de cristal—si no se mantiene lo bueno que hay, se deteriora hasta que se daña. ¿Qué espera el gobierno local para mantener en perfecto estado los sistemas? ¿A qué se dañen por completo? ¿A que el sistema colapse por falta de mantenimiento? Lo costoso de las cosas de valor, muchas veces, no es comprarlas, sino mantenerlas.
Entonces, el hoy que ya casi es mañana pasa de ser el corto plazo donde todo funciona a ser el largo plazo donde ya hay que invertir. Tal vez no nos ocurra lo que decía Keynes; quizá nuestro largo plazo dure mucho más y llegue mucho antes de que estemos muertos. Por eso, es mejor invertir en el mañana para cuando este llegue, no arrepentirnos del ayer.
Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/carolina-arrieta/