Mi abuelo tiene 98 años y cada semana le llevan la comunión y él pone sus monedas en la ofrenda. No tiene dinero, pero necesita que Dios le perdone los pecados antes de morir.
La muerte da miedo, y de eso no hablamos.
Nos enfrenta con la ausencia, con el dolor y la culpa. Como sociedad hemos aceptado la política silenciosa de no hablar de los muertos. Nos aterran.
Byung-Chul Han habla de esto en su libro La sociedad paliativa. Para él, vivimos en un tiempo que se ha obsesionado con la eliminación de todo dolor, con convertir la vida en un lugar en el que no exista nada negativo que perturbe la búsqueda del bienestar. La muerte es, quizá, la mayor perturbación posible. Lo que la sociedad ha hecho es ocultarla, desplazarla del espacio público, volverla un tabú. Es por eso que «hoy la muerte ya no forma parte de la vida. Es desplazada al hospital, institucionalizada, tecnificada y retirada del espacio público». Ya no mueres rodeado de la comunidad, sino en un cuarto blanco y frío.
Hace días se murió el papá a una amiga, e incluso yo, que todo el día hablo de muertos, no sé qué decir cuando la muerte llega: un lo siento parece hipócrita. La muerte no se siente cuando no es de uno. Por eso me parece tan difícil decir algo: nada alcanza. Y porque no alcanza, y es inevitable, necesitamos una mejor relación. Hacer mejores duelos. Conversar.
Y en cambio
el miércoles la Cámara de Representantes hundió el proyecto que regulaba la eutanasia: 90 votos por el sí, 42 por el no, pero se necesitaban 94 porque es una ley estatutaria que regula un derecho fundamental.
El representante Juan Carlos Losada, autor del proyecto, explicó en un tuit que se trata de regular y levantar las trabas que hay para acceder a ese derecho que la Corte Constitucional les otorgó a los colombianos hace 27 años.
En Colombia, la eutanasia es legal desde 1997. Fue el primer país en Latinoamérica en despenalizarla: la muerte digna como un derecho fundamental en caso de enfermedad terminal, si se solicita de forma voluntaria y lo realiza un médico. En 2021, la Corte Constitucional amplió el derecho a morir dignamente a pacientes con intenso sufrimiento físico o mental.
Es decir, en Colombia hemos avanzado en derechos importantes como la eutanasia, el aborto, los matrimonios de parejas del mismo sexo, pero todavía pasan cosas como estas, que nos recuerdan que falta mucho en temas de derechos fundamentales.
En este caso, seguimos confundiendo el derecho a la vida con el de la muerte.
Ese es el debate que nos cuesta tanto: qué es la vida, qué es vivir.
Porque quizá no es solo respirar con un aparato que te ayuda.
Porque la vida también es morir dignamente.
Y que lo hagamos sin miedo, con las garantías legales y sin todas las trabas posibles. Un proceso regulado.
Por supuesto que hay esperanza cuando de ampliar derechos se trata, y quizá a eso es a lo que hay que aferrarnos.
Un ejemplo es el que escuché esta semana en el pódcast de Radio Ambulante, Un lugar muy improbable, sobre la época en la que se estaba luchando por el derecho a casarse de las parejas del mismo sexo: como la ley no era clara, los jueces podían decidir, pero había una gran presión en contra de que lo hicieran—era la época del procurador Ordoñez. Pero el juez Carlos García lo tenía claro, sí podía casarlos, y él lo hizo desde un pequeño pueblo costero. Una pequeña revolución remota.
Porque este mundo es cada vez más individualista, excepto cuando de derechos fundamentales se trata. Ahí sí opinemos sobre la vida de los demás, de a quién debemos amar, qué hacer con nuestros cuerpo, de cómo morir.
Y si hay algo que defina la vida es la muerte.
La muerte que va alcanzarnos a todos un día.
Deberíamos hablar más, que se volviera parte de las conversaciones necesarias y cotidianas a las que hay que quitarles el peso del miedo, de los prejuicios, del castigo.
Ojalá nos hubiera quedado eso que creen varias comunidades indígenas: la vida y la muerte conectadas con la naturaleza, los ancestros presentes.
Porque los muertos son parte de nosotros. Se quedan adentro.
Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/monica-quintero/