Desocupamos el cuarto útil. Ese espacio que, como su nombre lo indica, no es ni sala ni habitación, pero guarda lo que alguna vez fue importante… y también lo inútil, lo que no se volvió a usar. Libros con los que crecimos, fotos en cajas, objetos que no recordábamos hasta que los vimos. Y al verlos, algo se encendió: una escena, una voz, una risa. El cuarto útil no olvida, solo espera.
Mientras sacábamos cosas, pensé en mi papá. Él tiene Alzheimer. Y tal vez su mente sea ahora como ese cuarto: lleno de memorias que no están a la vista, pero que alguna vez fueron esenciales. No es que se hayan ido, es que están guardadas en cajas que ya no sabemos abrir.
El 21 de septiembre fue el cumpleaños de mi hermano. En la celebración hubo familia, amigos, música; el papá cantó alguna canción, pero se agotó pronto: ahí estaba él, pero, al mismo tiempo, no estaba. Tal vez no halló la manera de entrar a su cuarto útil. Se fue a dormir.
Ese domingo fue el Día Mundial del Alzheimer. La coincidencia en la fecha fue una oportunidad para pensar en la memoria como un tejido compartido. Lo que el papá ya no nombra no dejó de existir, está ahí, aún vinculado con las emociones. Y nuestra labor no es indagar con obstinación en los recuerdos de su propio cuarto útil sino acompañarlo en ese tránsito silencioso.
Tal vez la memoria no se pierde. Tal vez solo se esconde, como los objetos en esa bodega. Tal vez el olvido no es ausencia, sino una forma distinta de estar. Y entonces, acompañar a alguien con Alzheimer no es rescatar lo que fue, sino aprender a habitar lo que queda.
Desocupar ese cuarto fue también un acto de duelo. Pero no de tristeza, sino de reconocimiento. Cada objeto decía: “Esto fue importante”. Y cada recuerdo que volvió me enseñó que la memoria no es propiedad privada, es un bien común. Lo que uno olvida, otro puede guardarlo. Lo que se pierde en una mente, puede iluminarse en otra.
Porque hay memorias que no necesitan palabras. Están en la forma en que se toma la mano, en la música que aún se tararea, en el gesto que se repite sin saber por qué. Como si el cuerpo recordara lo que la mente ya no dice. Si la memoria es un cuarto útil, que nunca falte quien encuentre la llave del candado y encienda la luz.
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