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Discurso verde estéril

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Llamé 10 veces a la línea 123, después marqué un par de veces a la 111 e intenté cinco veces más con la 119. No obtuve una sola respuesta; una maquina al fondo decía número equivocado. En Colombia no contestan los números de atención al ciudadano.

Acababa de pasar por un incendio forestal en la Ruta del Sol, iba de Medellín a Santa Marta hablando precisamente de los cerros que se queman en Bogotá y en el resto del país, cuando a nuestra mano izquierda vimos el primero de dos incendios. Hice lo que encontré en las recomendaciones de internet y llamé a la línea única de atención nacional: 123, 111, 119, supe después que no es tan única. En todos los casos obtuve la misma respuesta: ninguna.

Busqué las recomendaciones de varias organizaciones que se han pronunciado sobre el tema y encontré que algunas sugerían llamar a las autoridades, que pocas informan sobre el número y que las que lo hacen no saben que del otro lado nadie está contestando.

A los ciudadanos nos piden tomar medidas que no funcionan porque el Gobierno Nacional no contesta. Tenemos un líder nacional que habla todo el tiempo de asuntos ambientales, pero que poco o nada hace para preservar el ambiente y que ni siquiera está preparado para atender los desastres.

No voy a hablar sobre el origen de los incendios, de si son o no provocados. Tampoco voy a teorizar sobre si es normal que en esta temporada se incendien los bosques, y no diré nada sobre el tipo de árboles que hay en los cerros y que podrían ser la causa del fuego. Lo que si diré es que, en cualquier caso, un Gobierno tiene que estar listo para atender desastres naturales, especialmente ahora que suceden con una altísima frecuencia.

¿Cuántos desastres más tienen que pasar en Colombia para que se tome en serio la atención a los riesgos climáticos? ¿Cómo es posible que no tengamos más helicópteros o que los que tenemos estén en mantenimiento? ¿Cómo así que están esperando a ver si llega un avión que cargue más agua? ¿Cómo que no hay guardabosques suficientes que cuiden la actividad de las personas en los cerros para evitar que provoquen incendios? ¿Cómo es posible que sigan sembrando pinos dónde no se puede y permitir que sigan secando los suelos? ¿Por qué no se prepararon para un fenómeno del niño anunciado con antelación? ¿Por qué no contestan el teléfono?

Si algo nos enseña la naturaleza es que “no solo de pan vive el hombre”, y menos de palabras. Que los discursos no apagan incendios, que Instagram no regenera bosques y que las conferencias sobre biodiversidad no mejoran los ecosistemas. Traspasamos los límites planetarios, pero sobre todo traspasamos el respeto de la gente a la que se le miente todo el tiempo sobre las acciones que se hacen por la naturaleza.

¿Qué está haciendo el presidente además de dar discursos sobre el sur o además de excusarse por ser víctima del sistema que él mismo debe controlar? Ya va más de un año en el que hubiera podido demostrar que tenía la intención de organizar los asuntos ambientales del país, para que decidiera darles peso a las corporaciones ambientales o para que montara un Sistema de Atención de Riesgos Nacional con capacidades de atender.

Los ciudadanos podemos colaborar, pero si nos ponemos serios y somos algo rigurosos, la verdad es que en estos asuntos que superan la individualidad, es el Estado (en todas sus formas), quien tiene el balón en su cancha. Para eso existen las capacidades técnicas del Ministerio de Ambiente, del UNGRED, de las Corporaciones Autónomas y de todas las autoridades ambientales. Uno supone que pueden atender técnica y efectivamente los riesgos de desastre, desde la prevención hasta la gestión. Pero no. No lo hacen. ¿Qué es lo que pasa entonces? ¿Están desfinanciados? ¿No tienen el personal idóneo? ¿No cuentan con la suficiente tecnología? ¿Necesitan ser priorizados en el gasto?

Lo temas ambientales no entienden de intríngulis políticos, no saben de ideologías y poco les importa la izquierda o la derecha, el pacto histórico o el centro democrático. Los bosques no saben que es una bancada y para incendiarse no esperan que se prenda una pelea diplomática entre dos naciones soberanas. La naturaleza no tiene fronteras ni pide pasaporte.

Tenemos que aprender, por fin, sobre el funcionamiento de la tierra y bajarnos de nuestros egos políticos para empezar a trabajar de la mano con la naturaleza en un intento por sostener la vida.

Necesitamos líderes que se tomen en serio la naturaleza, que entiendan que somos pequeños ante ella y que puedan contagiar con acciones y con inspiración a todos los empresarios, campesinos, ciudadanos de a pie, para que juntos logremos cuidar y regenerar lo único que todos tenemos en común: la tierra.  No es un tema urgente únicamente cuando ardemos en llamas, el discurso verde debe ser fértil todo el tiempo y para que lo sea requiere de movimiento, de lo contrario se quedará como un discurso verde estéril.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/juana-botero/

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