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Miguel Silva

Del verso a la prosa

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Hace algunos meses publiqué una columna en este mismo medio bajo el título “Me disculpo con Petro”. En ella reconocí que actué mal durante la alcaldía de Petro, incluso un poco antes, desde la campaña, tanto que por esa época me convertí en un auténtico troll. Me dejé llevar por el miedo y el odio.

Decidí escribir esa columna porque vi a mi yo de hace 10 años reflejado en los comentarios (e improperios) emitidos por la decadente derecha colombiana y en ese momento sentí una profunda vergüenza. Sí, yo era de los que decía que Petro no merecía ser alcalde de Bogotá por el hecho de haber sido guerrillero. Sí, de ese nivel y me avergüenzo de ello. Petro lleva más de 30 años en democracia con todas las dificultades que implica participar en ella con el sino imborrable de su pasado.

Tal vez por eso, esta vez me tomé muy en serio la posibilidad de votar por Petro en caso de que ninguno de mis candidatos, primero Juan Manuel Galán y luego Sergio Fajardo, no pasaran a segunda vuelta. No como un acto de redención de mis pecados. Lo pude hacer porque quise poner en práctica la impopular idea de hacer a un lado los prejuicios y sopesar las alternativas.

Cuando se lo planteé a algunas personas cercanas a mí se sorprendieron. ¿Votar por Petro? ¿Tú? Quise revisar muchos argumentos. Debo decir que hubo varios muy poderosos y tal vez el que más me sedujo fue el de que hoy alrededor del proyecto político del Pacto Histórico se aglutinan una multiplicidad de causas sociales, que sin duda marcan el derrotero hacia una sociedad mucho más moderna. Petro logró liderar un proyecto político que se conectó con una parte de la ciudadanía que exige un cambio social.

Me identifico con esa idea. Insistir en autocomplacernos con las cifras de crecimiento de la economía es persistir en un mensaje que suena arrogante y desafiante a los oídos del precariado y a los de una parte considerable de la sociedad que apenas sobrevive en condiciones de pobreza y de desempleo.

El malestar está allí y no se puede ocultar. Yo mismo lo he sentido. Y cualquiera que sea el presidente, incluso Petro, va a tener que lidiar con él. ¿Podrá? Es evidente que Petro se conectó con una emoción, con un sentimiento. A través de su lenguaje poético y rimbombante y la puesta en escena de las plazas llenas utilizando buses y en ocasiones uno que otro truco de retoque digital, Petro se posicionó como el caudillo que mejor lograba interpretar a esa parte de Colombia.

Y ese es precisamente el problema. Que la pobreza, el desempleo y la segregación requieren un gobierno altamente eficaz. Que cumpla lo que promete. Que logre materializar sus buenas intenciones más allá de las palabras. Quien quiera que sea el próximo presidente tendrá que atender ese malestar. Aquí es donde Petro flaquea. Su paso por la alcaldía de Bogotá es un antecedente de gran relevancia que da testimonio de ello. Petro sabe conseguir votos, sabe emocionar, de eso no hay duda ¿pero sabe gobernar? ¿podrá cumplir todo lo que prometió?

Por ejemplo, durante los primeros seis meses de gobierno le renunciaron cinco secretarios. Durante los 4 años tuvo más de 4 secretarios de gobierno y entre uno y otro en ocasiones hubo varias semanas de interinidad, aunque, por otra parte, el secretario de hacienda resistió los cuatro años. Salvo contadas excepciones un rasgo de dicho gobierno fue la dificultad para armar equipos, en buena parte debido a la tensión técnica-ideológica muy patente cuando se intenta llevar la poesía a la realidad.

Este punto puede verse aun agravado por las condiciones políticas que podrían llevar a Petro a la victoria. Para viabilizar su candidatura, Petro incluyó dentro del Pacto Histórico a una parte del establecimiento. Para ponerlo de una manera más clara: Dudo mucho del altruismo de políticos curtidos como Roy Barreras y Armando Benedetti, y otros de menos calado, pero también de dudosas intenciones, como Julián Bedoya y tanto otros caciques regionales cuyos “pecados políticos” han sido ya redimidos por la comunión petrista.

¿Hubo componendas? Si las hubo, Petro tendrá que sumar a sus dificultades para armar equipos un factor adicional: el de la voracidad clientelista. Con un agravante y es que Petros, en no pocas ocasiones, ha sostenido que el proyecto político del Pacto Histórico es de largo aliento y que necesitan (¿él?) más de un periodo en el gobierno.

Esto supone además un riesgo evidente de una partidización de la burocracia estatal y la creación de granes clientelas a través de contratos de prestación de servicios como sucedió en la Alcaldía de Bogotá durante su gobierno: recibió 29 mil contratos de prestación de servicios y al finalizar sumaban más de 50 mil.

¿Lo han hecho los otros gobiernos? Sí, claro. Y en ese sentido esta propuesta no sólo no es cambio, sino que implica un riesgo tremendo de que Petro gobierne desde el balcón, haciendo campaña a su sucesor(a). Suponiendo que cumpla su palabra de no volvernos a meter en el embeleco de la reelección.

En fin. No votaré por Petro, pero esta vez no me disculparé, porque estoy en todo mi derecho de votar como me plazca y porque desde un principio he respetado a mis contradictores y he exigido que se respete a quienes han decidido votar por él. Eso sí, permítanme finalizar diciendo que estoy en profundo desacuerdo con quienes se han dedicado a irrespetar, ofender y humillar a otras personas en razón del sentido de su voto.

Y tal vez esta fue una última razón, que no es menor, para decidirme a no votar por Petro. Quedó al descubierto una “estrategia paralela” (¿?) de ataques con mentiras y noticias falsas para manipular a la opinión, destruyendo moralmente a los competidores. Esto es profundamente antiliberal y me genera además una gran preocupación.

No quiero darle mi voto a quienes actúan de esa manera. Me preocupa darles más poder y me preocupa el silencio de mucha gente que orbita alrededor del Pacto Histórico frente a estos ataques. Se asquean en silencio.  Y me preocupa porque a cinco días de la segunda vuelta lo más probable es que Petro gane la presidencia y si no controlan a la jauría de difamadores, los críticos estaremos en peligro. Seremos el enemigo público.

Quienes han decidido votar por Petro tienen todo mi respeto. Puede que yo me esté equivocando con mi decisión de no votar por Petro. No lo descarto. Fiel a mis convicciones liberales, no puedo tolerar ese halo tribalista y cuasi totalitario de trasgredir el fuero interno de las personas para juzgarlas por sus convicciones o para ubicar en un plano de superioridad las propias. Así como nadie le pertenece a alguien, cada quien es libre de votar como le venga en gana.

Nota: Para las personas interesadas en ampliar la información sobre lo que entregó Petro al salir de la alcaldía, les comparto este documento en el que se consignan algunos datos, todos verificables, sobre los lunares de la gestión. https://es.scribd.com/document/576827854/Libro-blanco-Que-le-dejo-Gustavo-Petro-a-Bogota

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