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Del fútbol latinoamericano y las expresiones populares.

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El marxista italiano Gramsci, refiriéndose al fútbol decía: “este reino de la lealtad humana ejercida al aire libre”. Para muchos, el fútbol es considerado como el opio del pueblo; algunos intelectualistas y dueños de la moral, advierten de los peligros del pan y circo que utilizan los grandes y poderosos para controlar a las masas y mantenerlas sumidas en el adormecimiento. Sin embargo, ignoran que el fútbol es por naturaleza expresión popular. Eso, desde que llegó a Latinoamérica y dejó de ser asunto de las clases altas inglesas, las cabezas rubias detrás del balón se transformaron en pies descalzos, pelotas gastadas y pantalonetas del equipo municipal en todos los rincones del continente, especialmente en el sur, que encontró en este deporte una especie de revelación paralela al mundo de las revoluciones, las dictaduras y el no futuro.

El fútbol es un elemento importante de la cultura popular, y su nacimiento no tardó en impregnarse con las disputas ideológicas, convirtiéndose en un escenario donde los países representaban las identidades nacionales y las aspiraciones de los países latinoamericanos. Por ejemplo, la Copa América no solo era un evento deportivo, sino también un reflejo de las dinámicas políticas y sociales de una región en constante evolución.

Cada región desde sus suburbios comenzó a gestar una manera propia de jugar al fútbol y adaptarlo a la representación de su cultura. Las fintas brasileras se abrían un lugar en la memoria del siglo XX, las mismas que llevaron a Pelé a ser el rey y a tener la capacidad de detener guerras. Con la anterior, no estoy exagerando: corrían los años 70´s, Nigeria estaba en medio de una guerra civil por el intento de secesión de las provincias del sudeste bajo el nombre de República de Biafra. Hicieron una tregua solo para ver jugar a Pelé. No le bastó con los más de mil goles en su carrera, necesitaba además ser nobel de paz.

Año 1986, tan sólo 4 años después de que Argentina perdiera la Guerra de las Malvinas contra los ingleses, los países combatientes de ésta se enfrentaron en los cuartos de final del mundial de fútbol; se disputaba más que un partido, se disputaba la dignidad, existía un pendiente, algo de mayor envergadura que las tierras perdidas. Diego Armando Maradona lo sabía, y se jugó la vida por su país, su mano de dios puso en silencio a todo el continente europeo y, como si no le bastara, se sacó a 5 ojiazules, incluyendo al arquero, para convertir el gol del siglo. Fue siempre más que un partido, y así fue para todo el pueblo argentino, que levantó con Maradona su primera copa del mundo. Así, miles de historias que hacen de este escenario un lugar de pacificación social, alimentado con el talento de los niños más pobres de Latinoamérica.

El fútbol puede ser del obrero, campesino, jornalero, hasta del pequeño burgués y los dueños del mundo, va desde la cuadra más peligrosa hasta los clubes más distinguidos, es el único escenario en que las bandas dejan las armas y las disputas se reducen a esa lealtad ejercida al aire libre de la que hablaba Gramsci; le pertenece al anarquista de la Rexixtenxia Norte que promulgaba sueños a los de su barra, hasta al conservador más godo que cree en la Antioquia Federal. El fútbol es quizá, de los pocos medios de organización en el que existe un nosotros y así lo dice Galeano, en su texto El fútbol al son y la sombra, cuando se refiere a los hinchas: “Rara vez el hincha dice: «hoy juega mi club». Más bien dice: «Hoy jugamos nosotros» (…) Cuando el partido concluye, el hincha, que no se ha movido de la tribuna, celebra su victoria; qué goleada les hicimos, qué paliza les dimos, o llora su derrota; otra vez nos estafaron, juez ladrón.Y entonces el sol se va y el hincha se va. Caen las sombras sobre el estadio que se vacía. En las gradas de cemento arden, aquí y allá, algunas hogueras de fuego fugaz, mientras se van apagando las luces y las voces. El estadio se queda solo y también el hincha regresa a su soledad, yo que ha sido nosotros: el hincha se aleja, se dispersa, se pierde, y el domingo es melancólico como un miércoles de cenizas después de la muerte del carnaval”.

A pesar de la capitalización y la búsqueda infinita de provecho en los escenarios de apuestas, más allá de la corrupción y las prácticas malsanas con las que el capitalismo ha intentado infructuosamente arrebatarle la magia al fútbol, seguirán existiendo en cada barrio popular cuatro piedras, una pelota gastada y diez amigos resistiendo a su propio contexto y haciendo amistad en medio de un televisor con la Selección Colombia a punto de ser campeona de la Copa América, viéndose a sí mismos en las caras de los muchachos con procedencias invisibles para las capitales, con tristeza o ilusión.

¡Vamos!

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/sara-jaramillo/

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