Cultura ciudadana, ciudadanía y condiciones materiales

La cultura ciudadana—al menos como la entiende la Secretaría de Cultura Ciudadana de Medellín— es un enfoque de política que tiene como horizonte el que podamos vivir bien juntos. Las interacciones de la ciudadanía en el espacio público son el objeto de esta acción pública. La cultura ciudadana se ocupa de promover aquellos comportamientos que permiten la buena vida común. En esa medida, una de sus principales premisas es la promoción de confianza interpersonal e institucional. La confianza está detrás de la mayoría de interacciones sociales. Es, si se quiere —y reinterpretando a Carlos Pereda— el aire necesario para la vida social.

Mantener los niveles de oxígeno de una sociedad es una de las tareas de la cultura ciudadana. Para ello utiliza distintos mecanismos que quieren modificar o promover ciertos comportamientos.  Sin embargo, estas consideraciones sólo son posibles si ciertas cuestiones están más o menos resueltas. A esta idea que voy a presentar se le puede entrar el agua por muchos lados, porque asume una perspectiva agregativa de lo social y es categórica frente al papel incremental del Estado en la garantía de derechos. Esta mirada asume que hay cuestiones de primera y de segunda categoría. O, dicho de otra manera, que la amistad cívica aristotélica es improbable si no se ha resuelto el almuerzo.

Los críticos de esta mirada dicen —con buenas razones— que el Estado debe ocuparse al mismo tiempo de lo material, lo político, lo cultural y lo cívico. Además, advierten que puede olerse cierto clasismo en el argumento, pues, simplificando en extremo el punto, cierta línea presenta a la ciudadana como un imposible en la pobreza. Sin embargo, pese a aceptar estas objeciones, la cuestión sí parece definirse a partir de categorías, de fases, pues la necesidad es previa a la vida en común.

Adam Smith— el gran filósofo moral que confundimos con un propagandista del libre mercado— resumió la cuestión muy bien cuando dijo “ninguna sociedad puede ser próspera ni feliz si la mayoría de sus miembros son pobres y miserables”. En ese sentido, la precariedad imposibilita el vivir bien juntos, la aparición de la amistad cívica.  

La idea de libertad como capacidad que han desarrollado Amartya Sen, Martha Nussbaum y compañía, nos sirve para aclarar un poco la idea.  La ciudadanía, así como la libertad, está determinada por el acceso efectivo, por las posibilidades que tienen los individuos de ejércela realmente. No está dada por la pertenencia a una comunidad política, sino por las oportunidades de llevarla a cabo. No hay una libertad natural. No hay una ciudadanía natural. Accedemos a ella cuando tenemos las capacidades económicas y políticas para hacerlo. La tarea del Estado es propiciarlas.     

El enfoque de cultura ciudadana y las acciones políticas que buscan proponer cierta idea de civismo se enfrentan al límite de las cuestiones materiales. En general no tienen las herramientas para tramitar estas carencias, ni sus acciones están dirigidas a ello. Pero además de las consideraciones frente a la mejor manera de promover comportamientos, que ahora es el tema que más ocupa a la cultura ciudadana, es necesario tomar algunos apuntes frente al papel que este enfoque debe cumplir en la promoción de capacidades para el acceso a la ciudadanía. Debe preguntarse, cómo desde su lugar, puede ayudar a sortear las cuestiones materiales.     

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/juan-pablo-trujillo/

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