Cuando el miedo se convierte en delirio

Alguna vez habrá sentido felicidad. Alguna vez pensó que ese triunfo era suyo, que ese poder era legítimo. Pero cuando el poder se compra, no se ejerce: se paga. Y se paga caro.

Hoy está más solo que nunca. Su círculo se achica, sus aliados callan o huyen, su reputación está por el suelo. Tal vez esa soledad, ese miedo profundo, lo empujan a seguir cayendo en los excesos. Tal vez es su forma de no ver la realidad: hundirse más en ella.

A su alrededor solo quedan los que lucran del poder. Influenciadores pagos, bandidos con micrófono, burócratas camuflados, politiqueros oportunistas, aduladores sin formación, gente sin escrúpulos que no cree en nada más que en su próxima cuota. Lo defienden con devoción, pero no por convicción, sino por conveniencia. Son los mismos que mañana le darán la espalda, que solo están allí mientras puedan sacar contratos, puestos o favores. Ni su propia familia lo acompaña.

Los verdaderos ganadores de esta elección no fueron los ciudadanos ni el presidente. Fueron quienes, desde las sombras, lo ayudaron a llegar al poder para luego capturar el Estado y repartirse contratos, cuotas y decisiones. Empresarios reciclados, mafias regionales, viejos clanes disfrazados de nuevos aliados. El cambio se volvió continuidad con otro nombre.

Y él, que alguna vez prometió justicia social, decidió vender la causa. Lo más doloroso no es su caída. Es que arrastró consigo la esperanza de millones. La promesa de dignidad se volvió un botín más. Hoy no gobierna: sobrevive. Administra su miedo. Responde con silencios, con delirios, con acusaciones sin sustento. Prefiere negar lo evidente antes que asumir responsabilidades. Prefiere proteger su relato antes que proteger al país.

¿Y cuál es la salida? Si pensara en Colombia, aceptaría lo ocurrido. Haría una pausa. Se rodearía de personas capaces, no de cómplices. Pediría ayuda. Reconstruiría su legitimidad desde la verdad. Pero eligió otro camino: el del encierro, el del delirio, el de un discurso que se deshace como castillo de naipes cada vez que el país abre los ojos.

Que esto nos sirva de lección.

A los ciudadanos: no más mesías con todas las respuestas, no más apuestas emocionales al vacío. Como se llega al poder, se gobierna. A los candidatos: la tranquilidad no se negocia, que la conciencia no se vende, y que el poder real solo existe cuando es legítimo.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/daniela-serna/

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