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Construcciones de confianza

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La confianza es de esos conceptos que por más que lo encubramos en definiciones y debates académicos, no puede escapar de la manera en que la gente la explica por su propia experiencia cotidiana. En efecto, todos los seres humanos confiamos constantemente en personas, instituciones y procesos para tomar nuestras decisiones de todos los días. Ya decía Elinor Ostrom, nobel de economía en 2009, que “confiamos como respiramos”.

Sin embargo, su naturaleza no significa necesariamente que todas las personas, sociedades u organizaciones tengan tantas relaciones basadas en la confianza como podrían. Sí, la confianza es cotidiana, pero también es una actitud profundamente delimitada por la cultura y por las reglas de juego social. Y en este sentido, podemos vivir bajo normas sociales, identidades colectivas, creencias compartidas, reglamentos y leyes que dificultan nuestra natural disposición a confiar en otros. También podemos enfrentar desarrollos tecnológicos y cambios en el contexto político que desgasten la confianza, y quizá esa sea una de las explicaciones fundamentales de lo que muchos han denominado como una reciente “crisis de la confianza” que viene afectando en las últimas dos décadas a buena parte de los países del mundo.

En Colombia, por ejemplo, la confianza interpersonal (la que sentimos entre las personas) bajó del 20% a finales de los años noventa al 4,5% en 2021. El país, y América Latina, ha tenido siempre indicadores bajos de confianza, pero la reducción ha sido muy pronunciada y advierte una serie de consecuencias negativas que nos deberían preocupar mucho. La confianza social (el capital que tiene una sociedad de todas las “confianzas”) se ha asociado al buen desempeño económico, a la consolidación de la democracia, a la reducción de la violencia, entre otros muchos efectos socialmente deseables. La confianza, podríamos decir, es el ingrediente no-tan-secreto y un pilar fundamental de las democracias liberales de mercado en las que vive buena parte de Occidente.

Pero para evidenciar los lazos tensionados o rotos de la confianza en Colombia o en Antioquia o en Medellín, basta sino mirar los últimos años de actividad política. Sobre todo, en Medellín, son evidentes las rupturas que han dificultado la coordinación de esfuerzos en la ciudad. En ocasiones se especula sobre el secreto del proyecto de Medellín en las últimas décadas y aunque esto sea mucho más complejo, es evidente que lo que se logró hubiera sido impensable sin cantidades razonables de confianza entre ciudadanos, organizaciones y gobiernos. Es urgente que sumemos esfuerzos para enfrentar esta seguidilla de crisis, que mejoremos nuestro repertorio y renovemos nuestro compromiso por la confianza.

De ahí que desde la Universidad EAFIT hayamos presentado esta semana la Red y el curso de Constructores de Confianza. Es una combinación de esfuerzos. Por un lado, un programa de formación práctica dirigida a personas, organizaciones y gobiernos que quieran mejorar sus capacidades de diseño e implementación de iniciativas de construcción de confianza, pero también, es una comunidad de conocimiento, un grupo de interesados y practicantes del cambio social enfocado en robustecer los lazos que nos unen a otros.

Este es un esfuerzo entre muchos, y por sí solo, insuficiente. Y quizás ahí se encuentre otra razón para la relevancia de la Red: que podamos acompañar y propiciar la aparición de un gran grupo de nuevos Constructores de Confianza.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/santiago-silva/

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