Colombia no es ninguna potencia

Colombia no es ninguna potencia

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Amor no quita conocimiento, y tenemos que reconocer que Colombia no es ninguna potencia
ni es un paraíso sobre la tierra. De hecho, su historia indica más bien lo contrario, que ha
sido un infierno de pobreza y de violencia, a excepción de los últimos 20 años donde ambas
cosas iban camino a reducirse. Todo pese a que la izquierda hoy gobernante convenció a
buena parte de la población de lo contrario y afirmaba sin sonrojarse que estábamos peor
que Venezuela.

¿Y por qué es importante reconocer esto? Primero, porque al reconocer la propia fuerza de
nuestro país tendremos mejor idea de cómo comportarnos internacionalmente. Dicho en
palabras más prácticas, no pelear con quien representar el 30 % de tus exportaciones y para
quien representamos el 1 % de su mercado. Que un peso mosca decida enfrentar un peso
pesado no es un acto de dignidad, sino de estupidez.

Segundo, porque nos han engañado y nos hemos creado falsas expectativas. Nos han dicho
que Colombia es un país rico pero mal administrado y no es así. No es un asunto sencillo de
simplemente “redistribuir” una riqueza que no existe, más aún cuando la historia ha
demostrado que lo más útil es crear nueva riqueza, no repartirla. Hemos salido en el siglo
XXI de una pobreza agobiante para tantear la media tabla de los países de ingresos medios;
pero aún así nuestra economía es débil, frágil, y hay zonas con niveles de pobreza
inaceptables. Hemos confundido las inmensas potencialidades que tiene nuestro país con la
realidad, lo que podemos ser no es lo que somos.

Todo esto es importante para trazarnos una meta común como sociedad: Colombia debe
enfocarse en el crecimiento económico, que ha sido el único camino que ha encontrado la
humanidad para reducir la pobreza. Y esto solo será posible con un Estado que garantice la
seguridad y que ejerza el control el territorio; con gobiernos que vean a los empresarios y
emprendedores como aliados y no enemigos; con impuestos bajos que no ahoguen la
economía, para que no terminen financiando grupos políticos; con mercados libres que no le
tengan miedo a la competencia; y con educación pertinente al siglo XXI superando la
cartelización en que se encuentra con Fecode.

Así sí brillará Colombia, una tierra de increíble biodiversidad y de gente amable y creativa.
Un paraíso natural que, luego de 20 años de buenas decisiones, podría ser también un edén
humano.

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