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En mi país no enseñan historia. Creo que le temen al pasado. Todo pudo ser mejor ayer. Tanto temen que vivimos en el pasado hoy.”

Estaba en llamas cuando me acosté. En mi país. Juan Mosquera Restrepo

Vení, caminemos para contarte una historia. No hay nubes, estamos a 15 grados. Clima perfecto. La ruta es recta y la acera tiene un techo de árboles que bloquea los fuertes rayos de sol. Nos acompañan las hojas secas en el piso. Se mueven con el pasar de los carros. Cantan los cuervos o ravens, como les dicen aquí. Ese sonido tenebroso y lejano que solo escuchamos en películas de terror. Sientes que te observan, intimidan. Nada de audífonos, solo mi voz y la tuya en el camino. Tampoco hay temor. No nos van a atracar, estamos en Washington. Colombia nos quitó hasta las ganas de caminar, de salir, de escuchar y, en este caso, de contar historias en el camino.

Resulta que el mundo moderno tiene una visión lineal del tiempo. El pasado es lo que pasó, está atrás. El futuro, por su parte, está adelante. Este último lo identificamos con el progreso. ¿También creciste soñando con un futuro mejor? Lo que vendrá será mejor. De pequeño quería ser ingeniero civil para construir grandes y modernos edificios de vidrio en Medellín, como los que vi en Nueva York a mis doce años. Me imaginaba la Avenida del Poblado llena de rascacielos de vidrio. Celebraba la construcción de nuevos edificios y sentía que el futuro estaba llegando a la ciudad. Sin embargo, salía de El Poblado y me daba pena. ¿Qué tenía de parecido el centro de Medellín con el Downtown de Manhattan o de Washington? Yo cambiaré eso, pensaba.

El futuro para mí era Estados Unidos. Sus rascacielos, sus autopistas ridículamente grandes, sus aeropuertos, su progreso. Después entendí que ese progreso no se limita a la infraestructura. Pero también entendí que el progreso no necesariamente está adelante. En el mundo andino, algunas comunidades indígenas tienen una concepción diferente del tiempo. Para estas, el pasado está adelante y el futuro lo tenemos por detrás. El pasado es lo que se conoce, lo que se debe saber, por eso lo tenemos adelante. Mientras tanto, el futuro es desconocido, no lo podemos ver. Lo tenemos, según explican, “detrás de la nuca”. Por eso, en la representación occidental moderna, estaría atrás.

No se trata de desconocer el futuro e ignorar que llegará, es más bien salir de esa abstracción e idealismo para darle lugar a las lecciones del pasado. Bajo esta visión, en occidente somos como un ciego que camina sin ver, intentando adivinar lo que se viene. Pero, si caminamos mirando el pasado que ya conocemos, tropezaríamos menos. Precisamente estamos en Estados Unidos, lugar de adoradores del futuro. Tanto así que desconocen su pasado, eliminaron sus comunidades ancestrales en busca de su progreso y esconden la verdad detrás de su historia. Además, mira nada más quién está arreglando ese pedazo de acera. Tiene un chaleco naranja y habla español con su compañero. Probablemente sea un migrante buscando un “mejor futuro”.

“La carencia de pasado lleva a la ceguera futurista”, escribe Pierre de Zutter. ¿Cómo abandonar un territorio con saberes propios, elaborados a partir de aciertos y errores de innumerables generaciones para unirse a la región de los ciegos? Podríamos nutrirnos de nuestro pasado para construir nuestro propio progreso. Ya no sueño con una Medellín llena de grandes edificios; sueño con una ciudad que haga parte de una región más consciente de su pasado y saberes propios. Los grandes aprendizajes surgen a partir de los errores. En vez de juzgar el error y buscar esconderlo, valorémoslo como algo sagrado, como un aprendizaje colectivo para lo que vendrá. Que el pasado sea nuestro futuro, en ese sentido, no me parece descabellado.

Ya que estamos caminando en el país de los ciegos, abre los ojos. Acompáñame a una librería. ¡Qué sorpresa!, mira este libro. “Lies my teacher told me: Everything Your American History Textbook Got Wrong”. Ojéalo. Al parecer, el progreso que consiguió este país no es el que nos pintan. Pero también mira las calles, los rostros, los árboles, siente el aire. Si el progreso implica manipular la historia, desconocer los saberes ancestrales, desconectarse de la naturaleza, vivir con stress y respirar dióxido de carbono, ¿hacia dónde queremos ir realmente? Un futuro sin conocimiento del pasado es entonces un abismo. Un círculo vicioso donde repetimos el error. Error tras error llegaremos al progreso. ¿Qué dirán los cuervos?

Devolvámonos, pero esta vez hablas tú.

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