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Mateo Grisales

Besarse por la libertad

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La segunda salida del closet de las personas LGTBIQ+ es, en definitiva, la salida del closet a la sociedad. Después de salir del closet a mis 18 años, tuve una conversación con mi novio sobre los “actos de afecto” en público. Fue una larga, profunda e intensa conversación sobre lo que deberíamos y no deberíamos hacer fuera de nuestra intimidad, lo que implicaba para ambos y cómo nos sentíamos para tener que afrontar lo que viniera. La conclusión fue simple, pero no fácil: amarnos es un acto de libertad, amarnos en público es un acto político de libertad. Esa fue mi segunda salida del closet.

Salir del closet es un proceso individual, progresivo, que toma tiempo y que, muchas veces, es atravesado por el sufrimiento. Para salir del closet se tiene que batallar con las inseguridades, con la culpa y con el rechazo de una sociedad que te señala por amar y desear diferente. Salir del closet contigo mismo es la primera batalla y se libra en los adentros. Nadie que no haya vivido esto dimensiona lo que significan las noches en vela, las interminables preguntas, el rechazo así mismo, el autosabotaje y las mentiras autoimpuestas. ¿será que podré amar? ¿será que podré ser amado? El closet es un lugar oscuro, frío y solitario. Salir de él no te garantiza lo contrario.

Cuando eres capaz de decirte a ti mismo lo que eres y quién eres, lo que sientes y las cosas que deseas podrás conquistar la primera salida del closet: aceptarse así mismo. Esto, a pesar de que todo está hecho para sentirte mal por ello. La segunda parte de este proceso será decírselo a los demás. Pareciera unidireccional e infalible, pero, esa bocanada de libertad que se gana al romper con el miedo a demostrar quién eres, no lo es. Hemos sido testigos de muchas tragedias sólo porque algunas personas se han atrevido a ser ellos mismos con los demás. El mundo afuera del closet también puede ser tortuoso, solitario y peligroso.

La cotidianidad del afuera es una tortura para nuestro mundo. La forma como debemos caminar, hablar, expresarnos, cautivar a quien te gusta, demostrarle afecto, agarrarle la mano, decirle “amor”, “cariño”, “mi vida”, acariciarle la cara… Simplemente abrazarle. Todo esto tiene que pasar por el cedazo de la cautela, la cohibición y el miedo cuando quienes somos diversos, intentamos amar. O sólo ser, existir para sí mismos.  

Por esto, besarse en público es una verdadera conquista contra el miedo y el señalamiento. Una conquista para ser quién eres, para ser libres. Un acto político de libertad. También es un arma poderosa para desnudar a los intolerantes: se desenmascaran en un suceso que no les corresponde, no los implica y no les afecta directamente. Pero, sobre todo, besarse es una reivindicación del derecho a ser, del derecho a existir, del derecho a amar a quien deseas amar y de hacerlo de la forma que quieras hacerlo. Besarse en público es des-tabuizar la condición más natural que tenemos como especie: nuestra diversidad.

La discriminación que sufrieron dos hombres en un parque de Bogotá por el simple hecho de besarse es muestra de esa lucha por la libertad que tenemos que ganar. El mundo fuera del closet aún espera a que vuelvas a sus tinieblas a ser un esclavo del odio, la culpa y la soledad. Romper con esas cadenas nos permitirá soñar con un mundo donde besarse en público deje de ser una reivindicación política por la libertad y sólo sea un hecho íntimo y personal de dos personas, ya libres, que se deciden amar.

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