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Juan Felipe Gaviria

Antioquia: la tierra santa

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El mundo se encuentra en los grupos de WhatsApp. Allá, en los infinitos hilos de blanco y verde, se encuentra una causa del mismo color: el inédito movimiento por una Antioquia independiente. Tuve el privilegio de avistar algunos de los increíbles fenómenos que «Antioquia República Independiente» le ha traído al mundo. Por ejemplo, pude ver hilos de 20 links de noticias en periódicos mediocres y desconocidos que aprovechan la colección de inocentes que darán click a todo. Me encantaron los mensajes de voz con tonos excesivamente formales que siempre empezaban con «queridos compatriotas» con un cuidado preciso de no confundir la palabra con camaradas. Todos parecían en un español de otras épocas, y el locutor intentaba estilizarlo en lo que sería la representación oral de Times New Roman, 12, justificado. Pero con muchos más hijueputazos. Y ni hablar de los apodos caricaturescos con los que tildan a sus rivales políticos. Petro, por ejemplo, como en las novelas de J.K. Rowling, es «el innombrable». Parecía ser un mundo paralelo.

Estábamos atascados en un taco que le rendía homenaje a la procesión de la Virgen del Carmen en el oriente antioqueño. Parecía ser el mejor momento, condenados al carro, para sentarnos a visitar esos grupos que clamaban por la independencia de esta tierra católica y libre. Mi amigo había decidido unirse a ellos para reírse y coleccionar stickers de WhatsApp que encontraban mil maneras de decir «amén». Casi siempre estilizados en ese inconfundible estilo de los buenos días que da Piolín. Y en un sarcasmo que no permitió mucha profundidad, revisamos y escuchamos docenas de mensajes que mostraban un segmento de la población que se encuentra en un extremo difícil de imaginar.

Había, por ejemplo, fotos que presentaban a Antioquia solidarizándose con su hermana patria de Colombia por la elección de Gustavo Petro. También encontramos collages que mostraban la República Independiente de Antioquia con fotos de la policía nacional, la octava maravilla del mundo (la piedra del Peñol) y esa bandera bifurcada entre el verde de las montañas y la paz que se protesta. Es un movimento increíble, lleno de los Paisas madrugadores que se van a levantar y luchar por unas fronteras libres del comunismo que va a destruir a su país fronterizo. Los hijos de José María Córdoba no dejarán que su verde lo bañen en un rojo soviético.

Me gustaría sentarme con algunos de los personajes que convocaron una masiva marcha en Miami para protestar por el «megafraude» de las elecciones en el país. En Miami. Me recordó al «Stop de Count» de Trump y sus seguidores. Cuando el extremismo dio paso a cualquier fantasía para poder lidiar con el dolor de que su construcción del mundo no fue la que ganó. También con los otros que preferían un golpe de estado o una junta militar para «preservar» las libertades y la democracia en el país.

Los paisas que se han quedado en esta continuidad infinita de un departamento que ha logrado avanzar gracias, precisamente, al cambio, aunque absurdamente divertido, también es algo triste. Su desespero contra un país que por bien o mal se atrevió a cambiar me parece algo penoso. Sus argumentos están llenos de ideas simplistas, alentados casi siempre más por símbolos que por razones verdaderas. Podría ser que Antioquía, en su regionalismo histórico, sea lo más parecido que tenemos al «South» en Estados Unidos. Con su población de campesinos orgullosos, religiosos y llevados de su parecer, que no dejarán que sus tierras sean invadidas por los comunistas en el gobierno. Y quizá, mirarnos al espejo en esa luz, nos podría ayudar a darnos cuenta que no solo somos el departamento que empuja a Colombia hacia adelante, pero también podemos ser el que la retrasa. Más que nada, ese grupo selecto de extremos conservadores que se refugian en el progresismo de otros paisas.

Con tranquilidad sé que su movimiento nunca será tomado en serio. Pero, el hecho de que haya una base suficiente para llenar grupos y regalar reacciones positivas, sí da bastante de qué pensar. Estaré atento a la marcha del 11 de agosto que salvará nuestras tierras.

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