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Amo las comedias románticas y las predecibles metáforas que traen sobre la vida. Me fascina ver cómo dos personas que se odian pasan a amarse, como el cajero de un restaurante se enamora perdidamente de una clienta o como amigos y amigas terminan casándose por una apuesta. Me agrada imaginar que estas cosas suceden en la vida real, visualizar lo impredecible que son los sentimientos y lo real que es que el amor se encuentre a la vuelta de la esquina. Estoy segura de que todos estos personajes curiosos, estas historias graciosas y lo espontáneo que puede ser conectar con alguien sí existe y sucede en la vida fuera del cine.
Crecí pensando que era improbable toparme con alguien para amar y ser amada en una cafetería, un hospital o en medio de la calle, cuando realmente lo estaba confundiendo todo. Lo improbable no es encontrar una persona para querer, sino tener la valentía para querer cultivar el cariño luego de encontrar a ese alguien; de cuidar los sentimientos y las susceptibilidades, de no explotar ante las pequeñas inclemencias de la vida, a aceptar a la otra persona cuando ni siquiera logro aceptarme a mí misma.
Cuidar el corazón de otro ser humano es algo tan sencillo como complicado cuando nuestras mentes reaccionan de formas tan distintas respecto a las palabras, los gestos y las acciones. Encontrar a ese alguien para amar es posible; lo absurdamente bello y complejo es tomarnos el tiempo para averiguar cómo mantenerlo, sembrarlo y alimentarlo.
Hay quienes que, para amar a otros, necesitan haberse primero amado a ellos mismos; otros que pueden darle a un tercero lo mejor que tienen sin preocuparse de haberlo experimentado en carne propia antes.
Amo las comedias románticas porque iniciaron esa curiosidad de vivir el amor, aunque ahora que lo empiezo a percibir, tengo pocas ideas y una atropellada intuición de cómo vivirlo y mantenerlo a flote.
No basta con la iniciativa ni la atracción, con los eventos fortuitos ni esas señales que nos envía la vida de que debemos o no estar con alguien; para amar hay que tener voluntad de exponernos, de estar desnudos frente al otro y ser vulnerables. Debo de estar dispuesta a no solo sentir, sino también a racionalizar y aprender sobre eso que siento; aprender sobre el perdón y el cuidado, el éxtasis y la comprensión, los gestos y el silencio; aprender sobre el otro y sobre mí misma, sobre el sentido que tiene el romance más allá de la novedad, la excitación y eso que me despierta ver una comedia romántica.
Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/mariana-mora/