Acostumbrados a lo inaceptable

Acostumbrados a lo inaceptable

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A veces me pregunto cuáles son las cosas normales y aceptadas de hoy que en el futuro nos provocarán asco y nos inyectarán una superioridad moral evidente. Así como hoy nos repugna la esclavitud, la ausencia de derechos universales, la subyugación de las mujeres por milenios y la obsesión por el pecado, ¿cuáles serán nuestros hábitos actuales que revelarán que, por más liberales y progresistas que nos consideremos, aún somos una sociedad en constante necesidad de evolución?

La primera y más obvia para mí son los zoológicos. Instituciones que materializan la idea del ser humano como un ente superior al mundo animal. Establecen una línea entre observación y asombro, como si contemplar animales fuese observar algo completamente ajeno al ser humano, mientras simultáneamente les privamos de su libertad por el simple placer de nuestra curiosidad. Al igual que la justificada indignación contra parques acuáticos como SeaWorld, espero que esta rabia y protesta se contagie contra los zoológicos.

El servicio doméstico debería desaparecer, me gustaría pensar. Si las circunstancias lo permiten, aspiro a que ningún humano viva para servir a los demás. Que nadie entregue su vida de esa forma servil a la que nos hemos acostumbrado, cuidando las pertenencias ajenas. Nos hemos habituado a que personas posterguen la construcción de su propia vida, como lo hacen muchos empleados domésticos actualmente. Espero que veamos esa costumbre de mantener a alguien alejado de su hogar para cuidar el de otro a cambio de dinero, como una práctica arcaica, tal como muchos países desarrollados ya lo ven.

Me gustaría creer que veremos la lucha contra los derechos de las personas transgénero tan absurda como la que enfrentaron las mujeres en busca de sufragio en el siglo pasado. La prohibición institucional sobre decisiones relativas al propio cuerpo y cómo cada ser humano elige identificarse nos parecerá ridícula. Tal vez también incluyamos el derecho al aborto y a la eutanasia, y logremos que la autonomía sobre nuestro cuerpo sea un derecho innegable.

La prohibición de las drogas, en un siglo, espero que sea vista como lo absurdo que fue la «prohibition» del alcohol en Estados Unidos. Cuando tengamos una industria de drogas responsable, con límites y garantías para la población y la juventud, nos parecerá increíble haber luchado contra esa corriente durante más de medio siglo.

Con optimismo e idealismo, me gustaría pensar que nos alejaremos de nuestra obsesión por los títulos. Tal como nos parece absurdo que en épocas feudales solo los barones, príncipes, reyes y miembros de la corte eran valiosos por su estatus, superaremos la idea de que el valor humano se mide por títulos y calificaciones. Aspiramos a una visión más plural y ambigua de cómo valoramos las capacidades y posiciones de cada individuo en la sociedad.

Hay muchos otros aspectos, ante los cuales quizá nos mostramos ciegos por comodidad, que son profundamente cuestionables. No por maldad, sino porque es difícil alejarnos de costumbres que consideramos fundamentales para la experiencia humana. Por ahora, estas son las que espero que como sociedad superemos, siguiendo una tendencia progresista y humanista que sea imparable.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/juan-felipe-gaviria/

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