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A palabras serias, oídos sordos

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Para la segunda vuelta presidencial, el presidente Gustavo Petro se mostró como la opción segura, institucional y receptiva; como el que estaba dispuesto a llegar al poder con un discurso conciliador, sumado a una agenda que priorizaría la construcción de paz en el país bajo el lema de la “potencia mundial de la vida”. Pero desde que asumió, Petro no ha superado el papel de opositor y activista que había ocupado por más de veinte años. Su turno para ser presidente ya va casi por la mitad del camino, pero él sigue teniendo actitudes que no están a la altura de un cargo como el que ocupa.

Su discurso conciliador se agotó rápido, pues a pocos meses de su gobierno ya estaba sacando a los primeros moderados como Alejandro Gaviria, Cecilia López y José Antonio Ocampo, por llevarle la contraria a su reforma de salud. Sabemos bien, desde que fue alcalde de Bogotá, que el actual presidente se caracteriza por ser poco receptivo con sus funcionarios que le llevan la contraria por proponer reformas sin fundamento técnico. No hay duda: para hablar el presidente está solo, pero para ejecutar le falta mucho.

Hoy, casi un año después de que haya pedido la renuncia a Gaviria, Ocampo y López, se va el director de Planeación Nacional, Jorge Iván González. Era el último contrapeso ideológico que quedaba en el gobierno. El presidente parece haber empezado a hacer campaña desde ya para buscar la reelección del progresismo en 2026, y a gobernar sólo para sus bases más fieles: el que piense diferente es tibio, cobarde o uribista. De ahí que, después de las elecciones locales, no haya invitado a la Casa de Nariño a los gobernadores que hacen parte de sectores ideológicos distintos al suyo.

La salida de González augura un nuevo remezón en el gabinete de ministros, pues este año es crucial para que el Gobierno haga más y hable menos. De todas formas, en caso de no lograr sus objetivos, seguramente no será culpa del presidente, pues siempre lo es de alguien más. Así como critica a los gobiernos locales por su manejo de los incendios o culpa a sus ministros por la falta de ejecución, sigue ubicándose en narrativas de que el país lleva “200 años de olvido” para, al parecer, justificar que no pueda hacer mucho.

El presidente Petro tiene la oportunidad de figurar en la historia no sólo como el primer presidente de izquierda en nuestra historia, sino como el líder que verdaderamente le apostó al diálogo y a la transformación social. No obstante, eso no será posible si no entiende que la verdadera democracia, de la que tanto habla, se construye realmente en el disenso. Porque, incluso si sus reformas se implementan, su legitimidad no será la misma si las pasa un presidente que está a la defensiva a si lo hace un mandatario que está dispuesto a escuchar a quien piensa diferente. La Paz Total debería empezar por eso, no por gobernar ajeno a la crítica junto a un comité de aplausos. Aunque, desgraciadamente, parece que este último será el escenario que nos espera en lo que queda en este gobierno.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/esteban-mejia/

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